...

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Las Manos
Mientras el hombre habla, las manos
no se duermen, no se rinden, no se callan.
Melodiosas al margen, siempre activas,
tejen un contrapunto a las palabras.

Roban lo que se dice, lo retuercen,
lo usan de otro modo, en un lenguaje propio.

Desasidas, las manos saben desdecirse,
desmentir las palabras con su movimiento.
Corrompen la certeza de la lengua,
revelan la verdad que se esconde en el silencio.

En ellas se refugia la reserva insobornable
del humano, la elocuencia que no se calla.

Las manos sostienen el hilo ininterrumpido
del silencio que palpita, que no disiente.
Si las pesáramos sobre el suelo al hablar,
se nos saldría el alma por la boca.

Hermanas del mundo, las manos siguen al orgullo
en la marcha de la lengua, sin saber del todo,
sin salir enteramente de la sombra.

Con sus señas empujan, nos diferencian
de lo que sale de nosotros. Libres y pesadas,
permiten al hombre pensar sin que se anule
su universo.

© Roberto R. Díaz Blanco