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Como dormir y no morir en el intento
Una vez me quedé solita viendo una peli de esas de miedo. Ni siquiera recuerdo como se llamaba, son todas iguales, una mujer fantasma quiere matar a todo el mundo. Lo que me asusta son los pelos extra-largos cubriéndole el rostro, nunca se le ve la cara... ¡me aterra! Las suelo ver en compañía, pero ese día me sentía valiente. Además, todos sabemos que son de mentirijillas...

"¿Y si existen de verdad? Bah, ¡qué tontería dices, Flora! ¿Por qué van a existir? Y aunque existieran, ¿qué harían aquí? Yo no puedo ayudarles", me digo recordando el Sexto Sentido. "Quizás no quieran ayuda...".

De repente noté que algo estaba rozando mis pies... ¡pelos! Dí un brinco y subí los pies al sofá. La cosa peluda saltó sobre mí.

-¡Aaahhh! ¡Noooraaa! ¡Por dios! ¡Casi me da un infarto!

Nora era mi perrita, siempre andaba pegada a mí. La pobre se asustaba tanto como yo. Continuamos con la peli mientras la acariciaba. Cuando terminó descubrí que tenía un grave problema. El pasillo de las habitaciones estaba al final del salón, la luz al principio (la otra estaba fundida) y yo estaba en el medio. No podía dejarla encendida, Nora no podría dormir con la luz. "No pasa nada. Aquí no hay nadie salvo nosotras. Soy valiente, soy valiente...". Apagué la tele y se hizo el silencio. "Ay, madre ¡qué silencio!
".

Me dirigí al pasillo y encendí la luz. Volví a la entrada del salón y apagué. La oscuridad estaba detrás de mí. Mis dos primeros pasos fueron lentos. Pero giré y miré a mis espaldas y vi la oscuridad... "¡Correeee!" Se me aceleró el corazón y empecé a correr, la zapatilla se me salió del pié, tropecé y me golpeé con la mesa del salón... "¡Ayyy! ¡Mierda de mesa! ¿Por qué estará aquí?". Más oscuridad, seguí corriendo pero ahora cojeando. Conseguí llegar al pasillo. Respiré, todo bien.

Pero apareció mi segundo problema. La luz de mi mesilla estaba al fondo del dormitorio. Repetí todo el proceso. Fui, encendí , volví , apagué y ¡corrí! Al entrar
en el dormitorio me volví a golpear, esta vez con la cómoda en el brazo, "¡ayyy!", ya tenía hasta ganitas de llorar. Seguí corriendo, cojeando, con mi brazo dolorido.

Cuando llegué a la cama respiré de alivio. Apagué la luz y me acurruqué. No hacía frío, pero me embullí en el edredón y las sábanas. De repente oí un zumbido, bzzz. Abrí los ojos, oscuridad, los volví a cerrar, bzzz... "¡Un mosquito! ¡Oh, no!" El spray está en la cocina, ¡no pienso atravesar otra vez el salón!". Me tapé la cabeza. Respiré una, dos, tres... "¡Ufff, no puedo!, ¡me estoy asfixiando!" Me destapé, encendí la luz y me levanté. Me situé en el centro de la habitación y adopté una postura tipo Indiana Jones con las manos abiertas, preparada para la caza. Bzzz, saltito, palma, bzzz, saltito, palma, bzzz, saltito, palma... "¡Ya eres mío!
".

Orgullosa de mi triunfo volví a la cama y apagué la luz. Entonces noté que alguien estaba en la cama... "¿Estás segura? ¿Por qué no te has fijado antes? Ay, dios santo". El corazón me volvía a palpitar descontrolado, me estaba ahogando, no podía ni respirar. Me armé de toda la valentía posible, alargué mi brazo hacia atrás y toqué. Oreja, pelo, ojos, nariz...¡nariz! ¡PELLIZCO!

-¡Ahh! Mamá, ¿qué haces?
-Ay, perdona, cariño... Pero ¿por qué no estás en tu cama?
-Es que tenía miedo.
-No hay motivos para tener miedo, amor, aquí no hay nadie más que nosotros. Anda, duérmete...
- le dije mientras lo abrazaba.

Empecé a recordar lo ocurrido y me dió un ataque de risas.
Silenciosas para dejarlo dormir.

Y entre risas... me dormí.


© Flora Rodríguez