Volta: Una Historia Intrigante.
Llegamos al puerto temerosos y sin saber que esperar.
La isla era un lugar lleno de pequeñas casas hechas por los lugareños.
No había muestras de que hubiera grandes muestras de tecnología u otras cosas modernas.
Al amarrar el bote al puerto, fue que nos salió a nuestro encuentro una pequeña comitiva de personas.
De entre ellas, salió un hombre con el pelo completamente blanco y con un aspecto frágil, aunque solemne.
Este nos preguntó amablemente quienes éramos y cuál era el motivo de nuestra visita.
— Saludos a todos - dije en nombre de todos - Mi nombre es Johannes y estoy aquí junto a mis amigos Valentino y Robert.
Luego de explicarles toda nuestra situación (desde la tormenta demoledora y nuestra falta de víveres para alimentarnos) el hombre pareció estar visiblemente mas relajado.
— Es un alivio que ustedes solo sean viajeros errantes - dijo en un tono calmado.
— ¿Por qué lo dice? - pregunto Valentino, curioso como siempre - Habla como si hubieran tenido malas experiencias con otros viajeros.
Los habitantes parecían reacios a contarnos, pero el anciano nos dijo, en un tono lastimero:
— Hace algún tiempo fuimos víctimas de unos saqueadores - dijo, mientras caminaba, adentrándose más y más en la isla.
Lo seguimos. Y mientras nuestros pasos se perdían más y más dentro de la selva, pudimos distinguir que a los alrededores de esta habían edificios de piedra y estatuas.
Todas ellas tenían formas que nunca había visto, pero que se me hacían de una belleza impresionante y de un aspecto bastante llamativo y rústico.
Después de una corta caminata, llegamos a lo que parecía ser el centro de todo: Una gran estructura con una agujero cercano a lo que sería la puerta a un gran edificio, casi parecido a una iglesia o a algun lugar religioso.
— En ese lugar que ven allí - señaló el anciano al agujero cercano a la puerta, con uno de sus dedos - Allí estaba una campana con runas y otras inscripciones de nuestros antepasados.
"Los antiguos habitantes de esta isla adoraban a sus propios dioses, tenían su propia religión y este lugar en donde estamos parados, es el lugar de adoración hacia sus deidades.
"Nuestros antepasados tenían por costumbre usar objetos como campanas o instrumentos musicales para hacer danzas ceremoniales cada año. Todo esto con el fin de verenar a sus dioses.
"Apesar de que han pasado tantos años de todo ello, ha podido sobrevivir con el pasar del tiempo una cantidad de objetos ceremoniales, los cuales para nosotros son un tesoro cultural por su historia.
— ¿Y que paso? - pregunte, después de mirar a mis amigos, viendo que también ellos estaban interesados en la historia.
— Un día vinieron un grupo de saqueadores a la isla - dijo el anciano en un tono amargo - Robaron todo lo de valor. Desde comida, ropas y objetos personales. Pero antes de irse, tuvieron curiosidad por la campana, por lo que se la llevaron también.
Se hizo un silencio prolongado, solo interrumpido por el suave rumor del viento al chocar contra los arbustos cercanos y las ramas de los árboles.
— Hay... ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarles? - dije, después de mirar a mis amigos y de pensarlo un rato.
— Si - dijo Robert, que había decidido apoyarme en mi desicion - ¿Que podemos hacer nosotros?.
— No hay mucho que puedan hacer ustedes, jóvenes viajeros - dijo el anciano - Pero si les pido algo simple.
"Si ustedes consiguen encontrarse con los ladrones que robaron tantas cosas de nuestra isla, por favor intenten recuperar nuestra campana.
— ¡E-eso es una locura! - exclamó Valentino - ¿Cómo podemos nosotros hacerle frente a un grupo de ladrones?.
El anciano pareció divertido por la reacción de Valentino.
— No lo se - se limito a decir, con una ligera sonrisa - Después de todo, fueron ustedes los que se ofrecieron a dar ayuda. Yo solo les estoy dando una idea.
*****
Dos días después, luego de haber conseguido mediante trueques y hacer algunos trabajos en la isla, pudimos conseguir comida necesaria para unos tres meses, además de algunos implementos que podríamos necesitar en altamar.
Decidimos irnos en medio de la noche, ya que nos habíamos encariñado con los aldeanos y se nos hacia difícil despedirnos de ellos, luego de haber estado junto a ellos.
Mientras la fría brisa de la noche agitaba nuestras velas, y la luna estaba alta en el cielo, las dudas comenzaron a invadirme.
Así que decidí hablar con mis compañeros, aprovechando que todos estabamos despiertos.
— ¿Que creen ustedes que deberíamos hacer? - les pregunte.
— Creo que es bastante obvio, Johan - dijo Valentino - No podemos hacer nada contra ello.
— ¿Por qué eres tan distante en este asunto, Val? - dijo Robert, extrañado - Normalmente te quedas al margen de esta clase de discusiones. Mucho más tratándose de este tema.
— Si, Berto tiene razón - apoye a Robert, usando el apodo que usaba cuando bromeábamos - Esas personas nos ayudaron sin conocernos siquiera, además de que nos enseñaron bastante sobre su cultura y hasta nos dieron un mapa que pudiéramos tomar rumbo a cualquier lugar que necesitemos.
— Lo se, lo se - se excuso Valentino - No es que le dé pena su situación. Es solo que... Este asunto de los ladrones me pone nervioso, ¿saben?.
— ¿Por las historias de tu abuelo? - pregunto Robert burlón, con una ceja levantada.
— Por las historias de mi abuelo - asintio Valentino tranquilamente.
— ¡Vamos, Val! Eras un niño con ansias de ver el mundo. Tu abuelo solo te contaba esas historias exageradas solo para que tuvieras miedo de irte - dijo Robert.
— Puede ser. Pero eso no quita el hecho de que el abuelo de Val fue un navegante durante mucho tiempo - dije, recordando las conversaciones que tenía el abuelo con mi padre, cuando ambos recordaban su pasado.
— Solo eran historias, Johan - me dijo Berto.
— Las historias, por muy exageradas o fantásticas que sean, siempre tienen algo de verdad - dije filosóficamente - No sería una locura tener, por lo menos, inquietud de aquellos quienes robaron la campana en aquella isla.
— Si, a eso es lo que me refería - dijo Val, agradecido por mis palabras y el haberlo apoyado - Por eso no quisiera encontrarme a esos malhechores. ¡Quien sabe que armas tengan en su poder!.
El suave rumor de las olas fue lo que pudo escucharse luego de que aquellas palabras hubieran quedado estancadas en el aire de la fría noche.
Solo éramos tres jóvenes que se habían echo a la aventura en el ancho y peligroso océano.
¿Que podíamos hacer nosotros contra un grupo de ladrones que asaltaron una isla completa?.
Puede que nada.
Pero aún así...
— Será mejor que nos centramos en nuestro siguiente destino. Después podemos seguir hablando de este asunto - dije, mientras iba a buscar el mapa que nos habían dado.
La isla era un lugar lleno de pequeñas casas hechas por los lugareños.
No había muestras de que hubiera grandes muestras de tecnología u otras cosas modernas.
Al amarrar el bote al puerto, fue que nos salió a nuestro encuentro una pequeña comitiva de personas.
De entre ellas, salió un hombre con el pelo completamente blanco y con un aspecto frágil, aunque solemne.
Este nos preguntó amablemente quienes éramos y cuál era el motivo de nuestra visita.
— Saludos a todos - dije en nombre de todos - Mi nombre es Johannes y estoy aquí junto a mis amigos Valentino y Robert.
Luego de explicarles toda nuestra situación (desde la tormenta demoledora y nuestra falta de víveres para alimentarnos) el hombre pareció estar visiblemente mas relajado.
— Es un alivio que ustedes solo sean viajeros errantes - dijo en un tono calmado.
— ¿Por qué lo dice? - pregunto Valentino, curioso como siempre - Habla como si hubieran tenido malas experiencias con otros viajeros.
Los habitantes parecían reacios a contarnos, pero el anciano nos dijo, en un tono lastimero:
— Hace algún tiempo fuimos víctimas de unos saqueadores - dijo, mientras caminaba, adentrándose más y más en la isla.
Lo seguimos. Y mientras nuestros pasos se perdían más y más dentro de la selva, pudimos distinguir que a los alrededores de esta habían edificios de piedra y estatuas.
Todas ellas tenían formas que nunca había visto, pero que se me hacían de una belleza impresionante y de un aspecto bastante llamativo y rústico.
Después de una corta caminata, llegamos a lo que parecía ser el centro de todo: Una gran estructura con una agujero cercano a lo que sería la puerta a un gran edificio, casi parecido a una iglesia o a algun lugar religioso.
— En ese lugar que ven allí - señaló el anciano al agujero cercano a la puerta, con uno de sus dedos - Allí estaba una campana con runas y otras inscripciones de nuestros antepasados.
"Los antiguos habitantes de esta isla adoraban a sus propios dioses, tenían su propia religión y este lugar en donde estamos parados, es el lugar de adoración hacia sus deidades.
"Nuestros antepasados tenían por costumbre usar objetos como campanas o instrumentos musicales para hacer danzas ceremoniales cada año. Todo esto con el fin de verenar a sus dioses.
"Apesar de que han pasado tantos años de todo ello, ha podido sobrevivir con el pasar del tiempo una cantidad de objetos ceremoniales, los cuales para nosotros son un tesoro cultural por su historia.
— ¿Y que paso? - pregunte, después de mirar a mis amigos, viendo que también ellos estaban interesados en la historia.
— Un día vinieron un grupo de saqueadores a la isla - dijo el anciano en un tono amargo - Robaron todo lo de valor. Desde comida, ropas y objetos personales. Pero antes de irse, tuvieron curiosidad por la campana, por lo que se la llevaron también.
Se hizo un silencio prolongado, solo interrumpido por el suave rumor del viento al chocar contra los arbustos cercanos y las ramas de los árboles.
— Hay... ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarles? - dije, después de mirar a mis amigos y de pensarlo un rato.
— Si - dijo Robert, que había decidido apoyarme en mi desicion - ¿Que podemos hacer nosotros?.
— No hay mucho que puedan hacer ustedes, jóvenes viajeros - dijo el anciano - Pero si les pido algo simple.
"Si ustedes consiguen encontrarse con los ladrones que robaron tantas cosas de nuestra isla, por favor intenten recuperar nuestra campana.
— ¡E-eso es una locura! - exclamó Valentino - ¿Cómo podemos nosotros hacerle frente a un grupo de ladrones?.
El anciano pareció divertido por la reacción de Valentino.
— No lo se - se limito a decir, con una ligera sonrisa - Después de todo, fueron ustedes los que se ofrecieron a dar ayuda. Yo solo les estoy dando una idea.
*****
Dos días después, luego de haber conseguido mediante trueques y hacer algunos trabajos en la isla, pudimos conseguir comida necesaria para unos tres meses, además de algunos implementos que podríamos necesitar en altamar.
Decidimos irnos en medio de la noche, ya que nos habíamos encariñado con los aldeanos y se nos hacia difícil despedirnos de ellos, luego de haber estado junto a ellos.
Mientras la fría brisa de la noche agitaba nuestras velas, y la luna estaba alta en el cielo, las dudas comenzaron a invadirme.
Así que decidí hablar con mis compañeros, aprovechando que todos estabamos despiertos.
— ¿Que creen ustedes que deberíamos hacer? - les pregunte.
— Creo que es bastante obvio, Johan - dijo Valentino - No podemos hacer nada contra ello.
— ¿Por qué eres tan distante en este asunto, Val? - dijo Robert, extrañado - Normalmente te quedas al margen de esta clase de discusiones. Mucho más tratándose de este tema.
— Si, Berto tiene razón - apoye a Robert, usando el apodo que usaba cuando bromeábamos - Esas personas nos ayudaron sin conocernos siquiera, además de que nos enseñaron bastante sobre su cultura y hasta nos dieron un mapa que pudiéramos tomar rumbo a cualquier lugar que necesitemos.
— Lo se, lo se - se excuso Valentino - No es que le dé pena su situación. Es solo que... Este asunto de los ladrones me pone nervioso, ¿saben?.
— ¿Por las historias de tu abuelo? - pregunto Robert burlón, con una ceja levantada.
— Por las historias de mi abuelo - asintio Valentino tranquilamente.
— ¡Vamos, Val! Eras un niño con ansias de ver el mundo. Tu abuelo solo te contaba esas historias exageradas solo para que tuvieras miedo de irte - dijo Robert.
— Puede ser. Pero eso no quita el hecho de que el abuelo de Val fue un navegante durante mucho tiempo - dije, recordando las conversaciones que tenía el abuelo con mi padre, cuando ambos recordaban su pasado.
— Solo eran historias, Johan - me dijo Berto.
— Las historias, por muy exageradas o fantásticas que sean, siempre tienen algo de verdad - dije filosóficamente - No sería una locura tener, por lo menos, inquietud de aquellos quienes robaron la campana en aquella isla.
— Si, a eso es lo que me refería - dijo Val, agradecido por mis palabras y el haberlo apoyado - Por eso no quisiera encontrarme a esos malhechores. ¡Quien sabe que armas tengan en su poder!.
El suave rumor de las olas fue lo que pudo escucharse luego de que aquellas palabras hubieran quedado estancadas en el aire de la fría noche.
Solo éramos tres jóvenes que se habían echo a la aventura en el ancho y peligroso océano.
¿Que podíamos hacer nosotros contra un grupo de ladrones que asaltaron una isla completa?.
Puede que nada.
Pero aún así...
— Será mejor que nos centramos en nuestro siguiente destino. Después podemos seguir hablando de este asunto - dije, mientras iba a buscar el mapa que nos habían dado.