...

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Amazonia
Era la náusea en mi hipotálamo
de sobredosis líquida.
Codicia por el éxtasis.
Gozo entumecido.
Era un olvido prestado;
la inflingida candidez.
La abusada inocencia
ante el tiempo deceptivo.


Y el ciego comulgar
un sacramento ante el tedio.
Rebelarse ante la muerte
en un monótono rito.
Y acabar, en la conciencia
en laberíntico encierro.
Terminar en la apatía.
Y otro hartazgo geométrico.


Perderse; y evadirse
en un efímero mantra.
Conectar, a una divina
palabra que no llega.
Dudar, de a cúal de los instantes
corresponde;
obtener la respuesta
del aberrante coma.


Dejarse enloquecer
por la terrible evidencia.
Los lóbregos jaguares,
me esperan acechantes.
Escapan como el éter
de colmenas puntiagudas;
flotan de ventanas,
que sólo arrojan sueño.


Aquella es la embriaguez
de quien al día aguarda.
Y el día, el artificio
de quien libre se proyecta.
Y libre, lo que al hombre
entre la nada lo aprisiona.
Lo desata; y lo empuja
a la salvaje Amazonia.
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