Esta pasión de mar y vida está llena de olas que, bajo la furtiva luz del ocaso moribundo, chocan contra las arenas blancas de un tiempo inconmensurable. Entretanto, ella cierra sus ojos empañados de amor y sueña las estrellas, las sueña mientras esta pasión de olas raudas y que acompasan los latidos de lo eterno, decide dejar sensaciones remanentes en los movimientos de esas finas sábanas en las que ella sigue soñando los murmullos del universo. Cantaría con ella todo el tiempo y soñaría el firmamento a su lado, recostado entre aquellas sábanas de aterciopeladas texturas y ucrónicos sentires en las cuales se arrebujan los cuerpos que presienten el infinito. La noche sabe de sus sueños y de las diversas pulsiones de sus sentires, de sus más recientes propuestas de amor, del oleaje que desprende la brisa suave de su cuerpo. Luego, una rítmica e inigualable pasión de mar, un grito a lo sublime, la magia lúcida y gravitante del amor que empieza y se vislumbra eterno, una elocuencia de caricias y una promesa de éxtasis, tan ligera, tan humana, tan real, como para hacer levitar al alma con una sedosidad insospechada.