...

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Almas Ausentes
Es más pesado el aire cuando no está,
como si el mundo entero se detuviera en una pausa interminable,
cada rincón parece impregnado de su ausencia,
cada susurro del viento murmura su nombre,
y en el vacío de su falta, me pierdo.

Me invade la tristeza cuando no está;
como sombra en la nostalgia del aire,
el pecho aún arde, mientras
suspira el alma, buscando hallarte.

Aquí voy de nuevo,
tomo una silla y me siento,
su nombre es un eco constante, un recuerdo que no se apaga, que no entiendo,
una presencia invisible que, a pesar de todo, sigue aquí,
saturando el espacio que deja cuando no está.

Me quiebro en su nombre, cristal refulgente,
en oficinas vacías, polvo en el ambiente,
entre muebles rústicos, libros duermen,
pluma sin tinta, papeles que mueren.

Tarde de otoño que nunca llegó,
la estación cambia, y yo sin su voz.
Quizás en su mente aún vivo,
quizás,
o tal vez sus latidos ya no laten igual.

Las horas pasan, pero se sienten eternas,
como si el reloj marcara el silencio, en el eco interminable de esta caverna,
caverna que tengo en el pecho.

El sol sale, pero sus rayos son de penumbra,
y la luna, indiferente, observa mi sueño roto.

Ya no somos niños, y eso me desgasta,
mi respiración se torna en suspiros cansados,
deteriorándome más, mientras su nombre
resuena entre libros desgastados
y en los rincones vacíos de mi mente.

Entonces me acuesto en el piso,
con la ventana abierta, la puerta entreabierta,
imaginando que quizás ella llegue,
que tal vez este cuento no haya llegado al final.

[...]

_Juan IG_
© JuanI.G.