Las calles aparentaban frías, solitarias, casi no había nadie que saliese. Los pocos transeúntes se introducían en los portales, aparentaban esconderse de las sombras en las farolas, del frío de la noche o quizás de algo más siniestro.

Una chica caminaba por esa misma calle ignorando el ambiente tenebroso y helado, puede que estuviese tan ensimismada en sus pensamientos que no lo note, puede que fuese despistada, puede que llevase prisa, pero alguien la observa.

En la calle ya no queda nadie, solo la chica y unos ojos rojos rubí que la observan. Ella se paró, puede que notase algo. La joven giró la cabeza para encontrarse a esos ojos fijos en ella. En la oscuridad no se puede ver nada más que los ojos color rubí, no había una mísera farola que pudiese arrojar algo de luz al dueño de esa mirada terrorífica.

Comenzó a correr con los ojos tras ella, no sé atrevía a mirar atrás, simplemente quería escapar, el terror se veía en su semblante, temía por su vida. La suela de los zapatos hacía "claqueteo" al tocar con la acera mientras la joven huía. El miedo se expandía en el aire solo para aprisionar más el pecho de la presa mientras el cazador se acercaba más y más.

Giró la esquina intentando darle esquinazo, corrió todo lo que pudo hasta que sus piernas se rindieron y cayó de rodillas. Quizá llegó al límite de su adrenalina, de su energía o ya sentía que no había escapatoria. Se hizo el silencio.

Alguien se le acerca, ya no queda rastro de su perseguidor. La joven acepta la amabilidad de un hombre, aparentemente normal, le ofrece a acompañarla a casa. Según caminan se pueden ver los destellos color rubí de los ojos de ese hombre.
© Moira de la Luna