Alguna vez,
en su niñez se preguntó, porqué el cielo era azul,
pero luego negro,
pero fué creciendo y esas preguntas abandonaron su pensamiento.

En la preadolescia se preguntó, porqué no crecía rápido, porque el mundo no se rendía ante ella,
pero paso a la siguiente etapa, y esas preguntas se volvieron vanas.

En la adolescencia se preguntó, como nunca se dió cuenta de lo podrido que estaba el mundo,
pero dejó de importarle eso.

En la juventud se preguntó, porqué nadie define su rumbo, porque tiene que vivir según lo que quiere el mundo,
pero su mente se estaba nublado.

En la adultez se preguntó, de dónde sacaba dinero para los gastos del mes,
pero pronto se dará cuenta de lo que de verdad tiene interés.

En la mediana edad se preguntó, si realmente ama lo que hace o solo lo hace porque tocó,
pero ya era tarde para cambiar de opinión.

En la vejez y cerca de su lecho de muerte se preguntó de nuevo, porqué el cielo es azul y luego negro.
Pero vivió, no mal, vivió como el mundo le dijo que viviera y al final se dió cuenta que las preguntas más importantes eran las que al principio de su vida se preguntó, porque lo único que hizo en el transcurso de su viaje llamado vida, fue lamentarse de haber abandonado a sus preguntas de niña.

© angelikdaza