Cuándo de nuevo consciente estoy, el sol ya está explorando.
Está el silencio inquietante que me desea buen día,
Y junto a mis pasos la soledad observa siguiendo
El rastro de lo que alguna vez tenía.

Me encuentro una mesa con un jarrón de flores marchitas.
Pequeñas, delicadas, en la vida se desvanecieron.
En la muerte surgieron siendo recién nacidas,
Olvidándose de la vida que las abrazó sufriendo.
Por la ventana observo el desganado campo,
Campo que alguna vez flores tuvo,
Pero con la ida de mi amor franco,
Se perdió la luz que su risa sostuvo.

Sólo escucho el murmullo del silencio y el viento.
Cuándo el viento pasa, deja el silencio.
Y si el silencio se queda, muero por dentro.
Aguantando las lágrimas de mi desastroso lamento.
No se presenta su voz en el espacio expectante,
No se encuentra una forma de apreciarse
La querida esperanza que intenta consolarme,
Al ser ese que consciente no quiere quedarse,
Por una lejanía que nunca volverá.
© All Rights Reserved