...

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Renovación
Desde tu limitado horizonte jónico, ¡Oh, Anaxímenes! señalabas el invisible principio de todas las cosas.
Y las estirpes de Adán, sedientas en el desierto, traían consigo el hálito que el viejo dios donó a los hombres en el amanecer del mundo.
Más siempre han vibrado en el aire la música, los ayes y las risas, flotado los perfumes, los estertores de la guerra y el pegajoso olor de la sangre.
Las arenas ardientes cubrirán para siempre la memoria de los hombres, haciendo al mundo siempre nuevo, como un botón de magnolia que espera reventar para saludar al sol.

© Mauricio Arias correa