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Seipsum expiavit
Acuciado por tu anhelo y el mío, desunidos, distantes, me hallo desbordado y rendido. Mis palabras quedan presas del silencio y mi mirada se pierde como la del santo ante el numen aterrador manifestado en las flores del almendro. Mi pensamiento manso se entrega, víctima propicia, extática. El dolor y placer amalgamados, metal iridiscente de afilada daga que, en las sacerdotales manos de mi codicia, saja mis músculos y mis nervios, marca mis huesos, derrama mi sangre que florece en satánicas rosas. Purpúreos coágulos entregados al fuego del altar de mi deseo hierven en rosada espuma y se calcinan, en crespas y caprichosas volutas sube el aroma agradable a tu amor y a tu lascivia.



© Mauricio Arias correa