En un tiempo lejano, una historia se contaba en un helado pueblo, de una civilización ya desaparecida, hundida en fondo de las tierras que hoy caminamos, que hoy cultivamos, nació una leyenda, que cuenta la ofrenda, a un ser nunca antes visto y desisto a saber cómo expresar mi admiración, mi pasión, ante tal belleza y riqueza.

Todo comenzó, en día oscurecido por el tormento, por el momento, de una guerra inminente, donde la gente, perdería todo lo que se quería, donde la calidez, la solidez, de una sociedad ya calmada y unificada, se enfrentaba a momentos de oscuros encuentros, donde no existiría la alegría y la ira se expandiría.

Un joven, asustado ante tanta frialdad, ante tanta maldad, decidió ir a lo más alto de una gran montaña, donde se estableció, donde observó, la llegada de los guerreros, que deseaban a tacar y acabar con este pueblo indefenso.

En una noche fría de un invierno que llegaba su final, el mal seguía expandiendo, seguía manteniendo, una gloría imperdonable, ingobernable, nuestro joven exiliado por su propia voluntad, por su fragilidad, encontró un ave que lo impresionó, que le asombró, era una criatura majestuosa, grandiosa, tan colosal, que con un solo mirar, pudo comprender, pudo saber, que sería la cura de su sociedad, para eliminar a la maldad y volver a ver la amabilidad y la libertad.

Este joven al ver tal belleza en una sola criatura, pudo ver su poder, su querer por la humanidad, por la libertad, con sus colores brillantes y su ojos destellantes, este joven lo nombre como el fénix, ambos fueron a liberar a todos aquellos que no debían sufrir, tras la batalla el ave falleció, ante un deslumbrante baile de llamas y de sus cenizas renació y curo a todos los que habían sido heridos y perdidos en esa lucha sin cuartel.

Esta historia se contó, se escribió, para que pudiera ser contada y recordada, durante milenios.

Por Ángel De La Muerte✒️
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