...

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Si, desciende
Evoco en silencio las constelaciones
y el sendero intrincado del ciervo herido.
Tímida luz dimana donde el fruto se esconde,
lejos del ave que, en trino lastimado,
ha ungido las manos sabias del viejo
campesino; sus diez dedos sonoros
al surcar el viento...

¡Oh, los áureos ciervos de su ribera extinta!
Qué verdor el vuestro, qué secreto, qué abrazo suelto y libre,
desciende como un susurro de la noche y entona.
Sí, desciende, manto de la luna, sobre un río desbordado.

© snieto