Mago era un sacerdote del antiguo zoroastrismo,
un sabio de vieja religión,
que según el loco un niño escribió
como testimonio de sus voluntades,
de su voz.

Magia eran palabras de cuento,
de folklore,
historias de pluma de ganso
y de paloma a engañabobos,
para algunos ilusiones
y dinero para los estafadores;

para algunos la magia era habilidad,
espectáculo,
para otros sentimiento, literatura,
y hoy día
para una gran minoría,
es fantasía:

Magia son palabras sueltan de las antiguas series de televisión,
que el niño que fuí tergiversaba a su medida,
magia fue Tolkien y Christopher Paolini,
la vieja anti yo-es de Rowling
e incluso Lewis,
además de muchos más que no tantos conocen;

magia eran aquellos juegos, ya por fueran de campo por prado,
imaginación,
que con mis amigos ideaba,
ya fueran de tablero de mesa
de bellas modas de buen gusto, anteriores a que yo naciera,
que con dragones volaban cartas
y asentamientos,
por encima de lava roja fresa,
ya fueran de pantalla novedosa
de vieja curiosidad japonesa;

aquellos juegues hablaban de magia,
la narraban a sus medidas,
pero los críos no leían aquella poesía malversada,
pieza a pieza,
hace el mal entendimiento,
pieza a pieza de juego medio empezado
de malentendido de serie
y de historia inventada
que junto a leyenda de calle ociosa superstición afamada;
hacían del mundo a mis ojos tierra soñada.

La magia es ese cúmulo de recuerdos,
y de actualidad,
de sentimientos y narraciones,
de miles de abstracciones,
y de objetividad;

es también es recuerdo ferruñoso de la historia,
hecho bello abalorio barato,
de la mejor forma en la que uno puede;

magia es ello y mucho más,
sentimientos sinestésicos en sí mismos,
que busco entre árboles como buscan los imperecederos elfos las estrellas;
la magia es el poder del humano en rebeldía,
y todos los cuentos que idee para reírse una vez más de su propia sádica naturaleza, y de apreciar las cosas de esta tierra.

© León de León