Soledad, rodea mis pensamientos y mi alma, me come las extrañas mientras espero la llegada de la felicidad, que aún sigue en clandestinidad.

Soledad detiene mi corazón me siega, no puedo ver el amor, no siento la paz, me destruye el interior.

Mi cabeza da vueltas y va en espiral acabando con todo lo que un día había soñado, una soledad tan profunda como el tesoro de York, ahogado en una burbuja bajo el océano infinito.

En el amor encontré la soledad, pues nadie ama como, ama este chico inocente que por un beso de amor muere, un beso no egoísta, y abrazos caluroso y palabras elocuentes.

Un día moriré, y así quedare, buscando en alguna parte del mundo la felicidad que no se produce en sí, porque la soledad ya se apoderó de mi.

© Julian Claudio-Morales