...

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¿Qué nombre tener?
Una vez me había enamorado, sí,
cuentos pasados de agua tan gris,
y el destino a cruel vil
que vio por vista de mi futuro
mala pista;

y esa no es más historia de hoy,
que pan dura de ayer para mañana;
lo que me impota a mí es aquel nombre de alcohol,
aquel nombre de alhelí,
que con tan solo respirarlo me hundía en ti.

Hay que imaginarse,
que un nombre entero causase tanto pavor,
tanta expectación y tanto deseo,
de una añoranza
garganta seca
que de la fuente no bebí;

un nombre que aún me resuena a dopamina a día de hoy,
aunque halla dejado perdidos en la memoria,
los caminos de aquel amor.

¿Como puede un nombre tener tanta fuerza,
magia, fe y poder, tanta valía eterna
tanto valer?

Pocos nombres me revuelven las entrañas al oirlos,
meras palabras meros sonidos
articios humanos de etiqueta de supermercado,
poco nombres como los que se agencia el amor;

y también en una canción,
o nombrado de pasada,
cuando una historia contada
nombres de ciudad
nombres de leyenda se pone a enumerar;
Aachen, Bremen, Goslar,
ciudades del imperio...

Khnum, Dana y Thor...

Pareciera bonito, bello y sin dolor
mas hay un nombre que no me atrevo a pronunciar en alto
del que se ramifican sensaciones que nunca podría llegar a numerar.

Manuel,
mi propio nombre que nunca elegí y cambiaré;
de tanta vida percepción,
para mí yo soy yo
me conozco como yo,
y a lo que de verdad soy
lo he llamado yo;
este tal Manuel del que siempre me hablan,
alienante voz con la que lo cantan,
representa todo lo extranjero que a mi se dirige de país vecino:

Como si ese tal Manuel fuese un misterioso comerciante,
que va de pueblo en pueblo,
mostrando rarezas de otras tierras,
y entre artefacto y cachivache,
me trajese en voz de conocido carruaje;
las malas noticias de calamidad o mala siembra.

Susodicho, Manuel,
desgraciado,
y ya si lo suavizan es cuando me llaman Manu,
mi apellido solo lo nombran en fiestas de poca alma
o en escenas formales.

Y aún tengo mayor problema con ese nombre sí,
mucho mayor;
es hebréo nombre
cordero de dios,
es nombre de jesús
es nombre de religión;

y odio yo a todo dogma,
que al humano causó tanto dolor,
y odio yo toda constricción al pensamiento,
toda doctrina retrógrada
que socava la moral,
el progreso y toda la buena integridad,
de lo que el pensar y la razón puedan dar.

Pero más es mi desagrado,
cuando tal nombre no encaja a lo que yo me remito para decir quien soy
mi identidad,
cuando tal nombre es de él a lo que fue el sol en el mito creador pagano,
un hombre,
y encima hombre nada pagano.

Pero toda rimbombante letra en segunda persona dicha hoy,
finalizará en pocos versos que,
como siempre,
poco rimarán:

Es tarea,
magna imposible
afrentiva su dificultad,
encontrar un nombre que me defina y me dé paz;

todos los nombres tienen historias,
modernas o antiguas,
perdidas o mentiras,
crueles o justas,
y de lugares de lejos y de más cerca
al bosque marchito de Asturias;

todos suenan distinto,
y es sonido de la elección,
tocado a instrumento de cuerdas,
vocales,
produce mucha indecisión.

© León de León