CAPÍTULO I: LA PIEDRA
¿De verdad nadie dirá nada?
¿En serio nadie hará absolutamente nada?
¡Es obvio que yo solo no puedo
levantar esta enorme piedra!
¡¿Quién la puso?!
¡¡Os estoy preguntando que
quién coño la puso!!
¿Nadie?
¿Nadie dice nada?

CAPÍTULO II: VOCES VACÍAS
“No puedes levantar la piedra”
dice Zeus, el que lleva la égida.
“¿Rómpela?"
dice Nietzsche, desde el profundo infierno.
“Vive con eso”
dice Buda, monje al otro lado de las montañas y del tiempo.
“Rómpela”
Siento el corazón acelerado, que me dice
“Rómpela”
que lo haga.
Siento la rabia, la energía.
“¿Estaré invirtiendo bien mi energía?”
Dice Séneca, el estoico.

CAPÍTULO III: LA PIEDRA ERA PUERTA
Un ruido seco, martillo en la mano.
la roca resiste.
Pero yo soy más fuerte.
Yo me supero a mí mismo.
Así que golpeo otra vez,
y las cadenas que me ataban
los brazos se rompen.
Otro ruido seco.
Ya no lo escucha nadie,
o al menos nadie que viva aquí.
¿Será que aquí no vive nadie?
Y al tercero la roca se rompe,
y un estruendo llena mis oídos
y debajo de la piedra sale un abismo
y la columna bajo mis pies cae.
Y yo caigo,
caigo dentro del abismo inmenso.

CAPÍTULO IV: NO ERA ABISMO
Cayendo,
reina el absoluto silencio.
¡Cómo se deleita mi alma
al por fin no oír nada!
Ni reproches ni tensiones,
ni nada con sabor.
ni cantan los pájaros
ni ronea el viento,
ni los pasos se oyen,
pues nadie camina aquí.
Este paisaje, la más
Nada absoluta.
Es para mí
la mejor sinfonía.
Por fin sé quién soy
y que pasó conmigo.
El abismo en realidad no era abismo
sino puerta,
¿pero adónde lleva?

CAPÍTULO V: EL FIN DEL OCASO
Toco el fondo,
con mis manos,
que tanto han sufrido
buscando una verdad.
Tocan la tierra y la roca
final del abismo,
del Vacío del Poeta.
Lo que era el final
se desvanece,
y la roca cae,
y la luz baña mi alma,
ufana, y el viento por fin
acaricia mi cara.
Este es el Nuevo Mundo,
el que los poetas
hace tiempo que habitan
Un lugar imperfecto,
perecedero,
lleno de dolor.
Pero también hay un gozo,
un gozo constante de estar vivo.
De poder respirar un nuevo día.
Porque todo ese camino fue
para volver a casa,
y por vin poder verla,
a mi amada y añorada casa,
con unos ojos nuevos.
Este es, queridos,
el albor de un Nuevo Día.
Aquí finaliza mi ocaso.

© JoMateix