Somos un alma con múltiples impresiones del mundo que nos rodea, no somos uno ni dos partes de un todo, somos el todo en constante expansión, en un ciclo interminable de sucesos que van cubriendo capa a capa, tela a tela, la cebolla toroidal de nuestro existir.

Desde que nacemos, nos separamos de la unidad total, siendo una parte del todo que al morir, en cada instante, recuerda aflorar, revive el momento de ser un trozo del interminable eter, mana, chi o prana, de eso infinito que no vemos, pero sentimos como lo vital del nacer-perder morir-recuperar, la esencia misma de una caótica vida que se mece al vaiven de las experiencias otorgadas por todos y por la nada, por lo que crees ser y no eres, por lo que vive en la mente de otros y esos otros también en tu mente.

Vale la pena, el penoso esfuerzo, de comprender tal intento de desenmascarar las capas, los anillos que forman al árbol, las palabras que crean la historia, con tal de instaurar el decreto de que por todos somos uno y sin el todo no habría nada, ya que de la nada, nada puede venir y del todo la nada puede existir. Somos eso, una simbiosis perfecta entre las multiples flores del jardín que creamos, no solo mires las que te alimentan o dan sombra, hay muchas más que moldean tu forma, tu capacidad de razonar, ver y pensar; sentir y admirar; odiar y amar.




© ~Cris - Tian~