...

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Condenada por amarte en libertad
Amado Jesús, estoy frente a ti y no sé cómo hablarte.
Te siento por momentos en la soledad y el silencio, a solas contigo.
No me siento cómoda con espectadores, te quiero solo para mí, solo y únicamente para mí cuando se trata de una comunicación e intimidad contigo.

¿Está mal que ya no te encuentre en estos lugares?
¿Que me sienta juzgada en ellos sin tener ningún dedo señalándome?
¿Qué no pueda expresarme, por qué solo empiezo a protegerme?
Como una extraña en otro país que no es su país natal.

Tengo tantos malos recuerdos de asistir a estos lugares, tantas normas que desconocía de chica y que, si las incumplía, era "exhortada, corregida o mal mirada", todo para enseñarme cómo dirigirme a Dios, como si solo esa fuera la verdad...