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Papyrus
«Estoy tarde para el trabajo», «ya no me escribe», «el dinero no me alcanza para llegar a fin de mes», «este clima no mejora», «mi jefe es un idiota», «me duele el estómago, creo que tengo cáncer»… Estas, entre otras cuestiones cotidianas se vuelven irrelevantes cuando la existencia material en el, bautizado por Einstein, espacio-tiempo desaparece dejando la estela de la consciencia suspendida en el *vacío,* si es que con ese término logro describir este sitio, pues aún no puedo comprender (y creo que nunca podré) sus propiedades y leyes físicas de tener algunas, pues carece completamente de cualquier tipo de estructura atómica o campo al cual relacionarlo. No necesito un microscopio ni detectores sofisticados para saberlo. La sola ausencia de percepción es un indicador de que no existe, o al menos parcialmente. Sé que no es la nada absoluta, ya que de serlo estos pensamientos no podrían articularse, pero, ¿Qué los conforman? ¿Acaso no se necesitan conexiones neuronales para gestar un lenguaje comprensible? Entonces, ¿Dónde o cuándo están dichas neuronas?

Mis sentidos parecen apagados, no hay algo a lo que pueda llamar cuerpo en este sitio o momento que lo sostenga, no los percibo, todo y nada existen en ningún instante, en un *no tiempo*, en un *no espacio.* Incluso la antimateria, que todavía no ha sido detectada, tiene unas características plasmadas en complejas fórmulas matemáticas, y la cuántica, a pesar de demostrar un comportamiento errático de las partículas, carente de sentido común en la escala humana, puede ser observada y estudiada. Pero aquí… o *no aquí* parece burlarse de la realidad. El error de compilación del código de la existencia programada por Dios. No es claro ni es oscuro. Ni siquiera sé si «*es…»*

No sé cómo llegué *aquí*, quién o qué fuerza antinatural más allá de los umbrales de la realidad envió mi consciencia a tan inefable estadio. Solo puedo estar seguro que existo por la retahíla de pensamientos que me inundan y hacen eco en tu mente a través de tus ojos repasando estos párrafos, para mi siempre es el mismo momento, siempre aquí y ahora, en espera de todos, en espera de nadie.

En otro estadio, ese donde las letras llegan a materializarse más allá de simples conceptos diría que estaría preso de un pánico terrible ante la presencia de lo desconocido, el no silencio, la no soledad, el no ser, pero la falta de un sistema límbico me impide sentir emociones; aún así, dudo que un ser humano con todo su raciocinio y capacidad emocional sea capaz de conservar la calma y la cordura de encontrarse ante una situación similar.

Hay quienes vuelven de otros lares describiendo terribles **experiencias postmortem, inexplicables y repentinas abducciones extraterrestres, fantásticas y nefastas visitas al cielo o al infierno, abruptos despertares de un tercer ojo, viajes entre *n* incomprensibles dimensiones, hasta las más profundas y bizarras visiones producidas por sustancias psicotrópicas. Todo aquello palidece ante la no presencia del no ser, donde el tiempo no existe y aún así los eones transcurren en un instante.

Recuerdo que en mis afanosas investigaciones sobre mundos desconocidos, llegué a consultar ciertos grimorios prohibidos, reservados únicamente para aquellos cuyo grado de entendimiento en las consecuencias de sus nefastos usos trasciende las barreras del bien y del mal. Entre ellos un ejemplar del *Necronomicón* del árabe loco Abdul Alhazred que conseguí en la biblioteca de la Universidad de Buenos Aires, y un tomo incompleto de *De Vermis Mysteriis* de Priin, tercera edición, que llegó a mis manos por medio de una herencia familiar de un tío antiguo profesor de estudios teosóficos de la universidad...