Papyrus
«Estoy tarde para el trabajo», «ya no me escribe», «el dinero no me alcanza para llegar a fin de mes», «este clima no mejora», «mi jefe es un idiota», «me duele el estómago, creo que tengo cáncer»… Estas, entre otras cuestiones cotidianas se vuelven irrelevantes cuando la existencia material en el, bautizado por Einstein, espacio-tiempo desaparece dejando la estela de la consciencia suspendida en el *vacío,* si es que con ese término logro describir este sitio, pues aún no puedo comprender (y creo que nunca podré) sus propiedades y leyes físicas de tener algunas, pues carece completamente de cualquier tipo de estructura atómica o campo al cual relacionarlo. No necesito un microscopio ni detectores sofisticados para saberlo. La sola ausencia de percepción es un indicador de que no existe, o al menos parcialmente. Sé que no es la nada absoluta, ya que de serlo estos pensamientos no podrían articularse, pero, ¿Qué los conforman? ¿Acaso no se necesitan conexiones neuronales para gestar un lenguaje comprensible? Entonces, ¿Dónde o cuándo están dichas neuronas?
Mis sentidos parecen apagados, no hay algo a lo que pueda llamar cuerpo en este sitio o momento que lo sostenga, no los percibo, todo y nada existen en ningún instante, en un *no tiempo*, en un *no espacio.* Incluso la antimateria, que todavía no ha sido detectada, tiene unas características plasmadas en complejas fórmulas matemáticas, y la cuántica, a pesar de demostrar un comportamiento errático de las partículas, carente de sentido común en la escala humana, puede ser observada y estudiada. Pero aquí… o *no aquí* parece burlarse de la realidad. El error de compilación del código de la existencia programada por Dios. No es claro ni es oscuro. Ni siquiera sé si «*es…»*
No sé cómo llegué *aquí*, quién o qué fuerza antinatural más allá de los umbrales de la realidad envió mi consciencia a tan inefable estadio. Solo puedo estar seguro que existo por la retahíla de pensamientos que me inundan y hacen eco en tu mente a través de tus ojos repasando estos párrafos, para mi siempre es el mismo momento, siempre aquí y ahora, en espera de todos, en espera de nadie.
En otro estadio, ese donde las letras llegan a materializarse más allá de simples conceptos diría que estaría preso de un pánico terrible ante la presencia de lo desconocido, el no silencio, la no soledad, el no ser, pero la falta de un sistema límbico me impide sentir emociones; aún así, dudo que un ser humano con todo su raciocinio y capacidad emocional sea capaz de conservar la calma y la cordura de encontrarse ante una situación similar.
Hay quienes vuelven de otros lares describiendo terribles **experiencias postmortem, inexplicables y repentinas abducciones extraterrestres, fantásticas y nefastas visitas al cielo o al infierno, abruptos despertares de un tercer ojo, viajes entre *n* incomprensibles dimensiones, hasta las más profundas y bizarras visiones producidas por sustancias psicotrópicas. Todo aquello palidece ante la no presencia del no ser, donde el tiempo no existe y aún así los eones transcurren en un instante.
Recuerdo que en mis afanosas investigaciones sobre mundos desconocidos, llegué a consultar ciertos grimorios prohibidos, reservados únicamente para aquellos cuyo grado de entendimiento en las consecuencias de sus nefastos usos trasciende las barreras del bien y del mal. Entre ellos un ejemplar del *Necronomicón* del árabe loco Abdul Alhazred que conseguí en la biblioteca de la Universidad de Buenos Aires, y un tomo incompleto de *De Vermis Mysteriis* de Priin, tercera edición, que llegó a mis manos por medio de una herencia familiar de un tío antiguo profesor de estudios teosóficos de la universidad de Miskatonic. En ellos se explicaba con minucioso y demoníaco detallismo singulares y profanas maneras de abrir portales para despertar los más ominosos horrores que sólo una deidad retorcida podría concebir. Aterradores presagios y advertencias sobre monstruos, entidades malignas y ciudades desconocidas bañaban sus páginas, pero ninguna estrofa versaba algo parecido a mi singular actual experiencia.
Mi sed de encontrar nuevos conocimientos prohibidos no quedó saciada hasta que me topé de casualidad con un foro de 4Chan posteado en 2017 con el tópico «Puertas al inframundo»; un tema bastante común en los círculos de aficionados al ocultismo. En él se discutían distintos rituales, desde creepypastas hasta otros descritos en textos paganos y uno que otro pasaje de los grimorios antes mencionados, escuetamente explicados y lógicamente malinterpretados, pero un comentario anónimo llamó mi atención. Solo decía: «All:» seguido de un enlace que si la memoria no me falla terminaba con los caracteres «…HTTA73». En otras circunstancias no le hubiese prestado atención, pero estaba tan sumido en mi investigación que cualquier minucia me parecía prudente de escrutar. Admito que al principio resentí sobre si dar clic o no, ya que podría haberse tratado de un virus, pero mi curiosidad pudo más que mi recelo.
El vínculo me llevó a una página de fondo de color verde petróleo con degradado a negro hacia la esquina inferior derecha del monitor y unas tipografías que parecían sacadas de wordart (Sin dudas un escándalo visual para los estándares actuales). En apariencia no pasaba a más de otro sitio web creado por un principiante o estudiante de informática fanático del terror. En el centro había un PNG de unos tres centímetros de ancho por dos de largo, pixelado, que mostraba unas extrañas imágenes de estilo finihario y debajo de él en letras rojas se leía «Papyrus». Por la barra bajo la palabra advertí que se trataba de otro enlace.
Volví a dar clic y la página comenzó a cargar sospechosamente lento para tratarse de una web antigua, sin embargo no me saltó ninguna alarma del antivirus ni advertencia en el navegador. Una vez cargada, la página mostraba una galería de imágenes en miniatura todas ordenadas en una matriz de ocho por ocho a la que le faltaba una en la última casilla inferior derecha, quedando quince imágenes en total en la pantalla, cada cual con un título debajo, o al menos eso me pareció, con caracteres aleatorios entre letras, números y símbolos. Parecían estar colocadas de manera arbitraria, sin lógica o importancia aparentes, así que cliqué la segunda imagen de la primera fila que contenía una figura de una criatura con alas de murciélago, mezcla de una gárgola gótica y un dragón chino con afiladas garras, astas de ciervo y ojos rojos como rubíes, y se abrió otra ventana del navegador con la imagen agrandada en la mitad izquierda y un texto explicativo en la mitad derecha. Bajo la imagen decía: «Arte conceptual»
El texto a la derecha tenía por título una palabra que no conocía, y sin embargo evocó en mi interior una inquietud prehistórica, como si algún conocimiento dormido dentro de mi ADN hubiese despertado para advertirme de un inminente horror. En letras mayúsculas con serifas el título decía: «MINOTHEP».
El texto parecía describir una especie de antiguo rito de invocación a una deidad anterior al tiempo. En él se explicaban su morfología y capacidades, a quien se le reconocía como «El expansor de universos». Unos breves párrafos contenían un escrito en unos caracteres que no pude reconocer y al final una nota entre paréntesis que decía: «Extracto del papiro número 4 de los manuscritos Alejandrinos».
Cerré la ventana y cliqué en otra de las pequeñas imágenes de la matriz. La ventana mostraba una interfaz idéntica a la anterior, con la imagen agrandada a la izquierda y un texto a la derecha. La figura era un cáliz con frutas de texturas cristalinas encima, a manera de una cornucopia, y el título del texto decía: «El Culto a Va-Khont», luego un pequeño texto explicativo sobre una sociedad secreta de orígenes inciertos que profesaba a una deidad benevolente pero irascible llamada Va-Khont. Luego otro texto en el mismo lenguaje ininteligible de la ventana anterior y al final una nota entre paréntesis que decía: «Extraído del papiro número 7 de los manuscritos Alejandrinos».
Abrí una tercera ventana cuya imagen exponía un rostro cadavérico, encapuchado, tapado hasta la nariz, muy poco nítida como para notar algún detalle más relevante. Titulaba: «El Mensajero» y el breve texto que lo describía hablaba sobre una especie de ser aparentemente de menor jerarquía que los anteriores pero que guardaba mayor contacto con el mundo material. Se explicaba que muchas culturas lo confundían con un dios o un demonio, pero todas aseguraban que su presencia era presagio de acontecimientos venideros que cambiarían el rumbo de la historia. A él se le atribuían las profecías enunciadas por los profetas como Nostradamus, e incluso se rumora que él fue quien le enseñó el noble camino óctuple al mismísimo Sidharta Gautama. Luego otro texto en ese lenguaje de extraños caracteres y al final una nota que decía: «Recogido de la tradición oral de las tríbus Arawak de la amazonia sudamericana y el papiro número 5 de los manuscritos Alejandrinos».
Cerré esa ventana y volví a la anterior donde se encontraban las imágenes en miniatura, al arrastrar el cursor para abrir una más noté que al pasar el puntero por la esquina inferior derecha, donde debería encontrarse una decimosexta imagen, éste cambiaba la forma de flecha a una mano con el índice levantado indicando que el espacio no estaba vacío. Di clic en ese lugar y un pequeño choque eléctrico recorrió mi brazo. La página empezó a cargar, pero pasados varios minutos no terminó de hacerlo. Desconecté y volví a conectar el router del internet por si ese era el problema, pero nada. Todas las demás páginas cargaban con normalidad a excepción de aquella. Volví a clicar varias veces siempre con el mismo resultado, hasta que de un momento a otro la computadora se apagó dejando mi rostro reflejado en el oscuro e inerte monitor, como imitando haberme encerrado en un agujero negro de donde ni la luz podría salir. Sospechando de un bajón eléctrico en la zona encendí las luces de mi departamento y pregunté a los vecinos si habían sufrido algún corte, pero todas las respuestas fueron negativas. Volví a mi departamento y encendí de nuevo la computadora, pero al abrir el navegador y al dar clic en «recuperar páginas» me apareció el mensaje de «página no encontrada». Rebusqué en el historial pero tampoco encontré un enlace parecido a los que estuve visitando. Volví a buscar el post en 4Chan y encontré el foro, pero no el comentario con el enlace. «¿Acaso fue mi imaginación?». No podía ser, las imágenes y descripciones estaban frescas en mi memoria. Entonces googleé las extrañas palabras que describían los textos, pero lo único que encontré sobre una de ellas fue un artículo publicado hace un año de un periódico de Europa del este que hablaba sobre un militar que fue ingresado al psiquiátrico luego de una fallida expedición militar a las instalaciones de una supuesta secta terrorista llamada A.S.T.R.A. El soldado Chris, decía la nota, fue diagnosticado con estrés postraumático luego de la incursión, cuyos detalles permanecen en secreto, al enfrentarse al grupo armado. El capitán al mando de la operación se negó a dar más detalles por tratarse de una investigación clasificada, pero mediante el equipo del hospital psiquiátrico se filtró que el día que el soldado fue ingresado no paraba de gritar horrorizado la palabra «minothep» y que «ya estaba entre nosotros». Pasadas dos semanas de su internación y de un tratamiento con sedantes y un coma inducido por dos días el soldado no volvió a hablar. Desgraciadamente el artículo no mencionaba el apellido del militar ni el nombre del centro psiquiátrico para rastrearlo. Sobre el culto a Va-Khont, El Mensajero o los Manuscritos Alejandrinos no encontré ninguna referencia.
Decidí que era suficiente investigación por esa noche y apagué la computadora. Pensando que podría encontrar más información en el anticuario de la calle Florida, donde don René custodiaba un sinnúmero de reliquias y textos antiguos, cené unas sobras que quedaron de la carne picada del almuerzo, me di una ducha y me recosté en la cama quedándome dormido a los pocos minutos.
Empecé a soñar que que me encontraba en la sala de esperas de un hospital, y que alguien mantenía una conversación conmigo, un ser encapuchado y fantasmal, que por el colgajo de telas que conformaban su ropa podía deducir que era bastante enjuto. No lograba ver sus facciones por la capucha, pero sí identificar que era una persona de rostro fino y solemne. No recuerdo de qué trató la conversación que tuvimos, pero no me dejó una sensación muy agradable, una mezcla entre tristeza y frustración. Sólo recuerdo sus últimas palabras, me dijo: «No es personal, yo solo soy el mensajero». Para luego desaparecer por un pasillo infinito, hasta que su silueta se hizo inidentificable. Yo quedé solo en la quietud de esa sala de esperas intentando recordar algo de la conversación, pero una especie de ruido mental me empezó a aturdir. De pronto las paredes adoptaron una geometría anormal, como si sus vértices no se llegaran a encontrar nunca y las proporciones de tanto muebles como puertas hacían que todo a mi alrededor pareciera un tenebroso filme de expresionismo alemán. Fue entonces que empecé a perder los sentidos. Poco a poco mi percepción del mundo se fue desvaneciendo pasando antes por visiones caleidoscópicas, olores intensos, sensaciones agresivas de frío y calor. Todo era una caótica subjetiva de mi mismo como si fuese un fantasma flotando en el aire, sin cuerpo, solo yo y mi consciencia. De pronto un estallido de ondas y una luz verde brillante me rodeó en todas direcciones y *el todo* implosionó.
No sé si sigo atrapado en el sueño pues no tengo memoria alguna de haber despertado. De existir el tiempo diría que todo lo anteriormente descrito acaba de pasar hace millonésimas de segundos y a la vez sigue sucediendo sin suceder. Una paradoja eterna tan compleja para el entendimiento humano, más allá de la nada. No es como si contemplara el abismo o si el abismo mirara dentro de mí… yo me convertí en el abismo en una grotesca metamorfosis Kafkiana. Ahora sólo intento recordar la conversación con El Mensajero y comprender a qué se refería el soldado de aquella expedición militar al decir que Minothep estaba entre nosotros. Ahora solo me queda esperar que una inteligencia o potestad capaz de sobreponerse a esta *no existencia* en la que me encuentro pueda devolverme a mi mundo, pues por ahora solo estos pensamientos me mantienen con vida. Solo estas palabras en este texto, acompañando a quienes se atrevan a leerlo, que son el único puente entre el profano yo y la locura.
(Si te gustó la historia apreciaría mucho tu like y comentario. Seguime para más historias así)
© J.Lu Anthanatos
Mis sentidos parecen apagados, no hay algo a lo que pueda llamar cuerpo en este sitio o momento que lo sostenga, no los percibo, todo y nada existen en ningún instante, en un *no tiempo*, en un *no espacio.* Incluso la antimateria, que todavía no ha sido detectada, tiene unas características plasmadas en complejas fórmulas matemáticas, y la cuántica, a pesar de demostrar un comportamiento errático de las partículas, carente de sentido común en la escala humana, puede ser observada y estudiada. Pero aquí… o *no aquí* parece burlarse de la realidad. El error de compilación del código de la existencia programada por Dios. No es claro ni es oscuro. Ni siquiera sé si «*es…»*
No sé cómo llegué *aquí*, quién o qué fuerza antinatural más allá de los umbrales de la realidad envió mi consciencia a tan inefable estadio. Solo puedo estar seguro que existo por la retahíla de pensamientos que me inundan y hacen eco en tu mente a través de tus ojos repasando estos párrafos, para mi siempre es el mismo momento, siempre aquí y ahora, en espera de todos, en espera de nadie.
En otro estadio, ese donde las letras llegan a materializarse más allá de simples conceptos diría que estaría preso de un pánico terrible ante la presencia de lo desconocido, el no silencio, la no soledad, el no ser, pero la falta de un sistema límbico me impide sentir emociones; aún así, dudo que un ser humano con todo su raciocinio y capacidad emocional sea capaz de conservar la calma y la cordura de encontrarse ante una situación similar.
Hay quienes vuelven de otros lares describiendo terribles **experiencias postmortem, inexplicables y repentinas abducciones extraterrestres, fantásticas y nefastas visitas al cielo o al infierno, abruptos despertares de un tercer ojo, viajes entre *n* incomprensibles dimensiones, hasta las más profundas y bizarras visiones producidas por sustancias psicotrópicas. Todo aquello palidece ante la no presencia del no ser, donde el tiempo no existe y aún así los eones transcurren en un instante.
Recuerdo que en mis afanosas investigaciones sobre mundos desconocidos, llegué a consultar ciertos grimorios prohibidos, reservados únicamente para aquellos cuyo grado de entendimiento en las consecuencias de sus nefastos usos trasciende las barreras del bien y del mal. Entre ellos un ejemplar del *Necronomicón* del árabe loco Abdul Alhazred que conseguí en la biblioteca de la Universidad de Buenos Aires, y un tomo incompleto de *De Vermis Mysteriis* de Priin, tercera edición, que llegó a mis manos por medio de una herencia familiar de un tío antiguo profesor de estudios teosóficos de la universidad de Miskatonic. En ellos se explicaba con minucioso y demoníaco detallismo singulares y profanas maneras de abrir portales para despertar los más ominosos horrores que sólo una deidad retorcida podría concebir. Aterradores presagios y advertencias sobre monstruos, entidades malignas y ciudades desconocidas bañaban sus páginas, pero ninguna estrofa versaba algo parecido a mi singular actual experiencia.
Mi sed de encontrar nuevos conocimientos prohibidos no quedó saciada hasta que me topé de casualidad con un foro de 4Chan posteado en 2017 con el tópico «Puertas al inframundo»; un tema bastante común en los círculos de aficionados al ocultismo. En él se discutían distintos rituales, desde creepypastas hasta otros descritos en textos paganos y uno que otro pasaje de los grimorios antes mencionados, escuetamente explicados y lógicamente malinterpretados, pero un comentario anónimo llamó mi atención. Solo decía: «All:» seguido de un enlace que si la memoria no me falla terminaba con los caracteres «…HTTA73». En otras circunstancias no le hubiese prestado atención, pero estaba tan sumido en mi investigación que cualquier minucia me parecía prudente de escrutar. Admito que al principio resentí sobre si dar clic o no, ya que podría haberse tratado de un virus, pero mi curiosidad pudo más que mi recelo.
El vínculo me llevó a una página de fondo de color verde petróleo con degradado a negro hacia la esquina inferior derecha del monitor y unas tipografías que parecían sacadas de wordart (Sin dudas un escándalo visual para los estándares actuales). En apariencia no pasaba a más de otro sitio web creado por un principiante o estudiante de informática fanático del terror. En el centro había un PNG de unos tres centímetros de ancho por dos de largo, pixelado, que mostraba unas extrañas imágenes de estilo finihario y debajo de él en letras rojas se leía «Papyrus». Por la barra bajo la palabra advertí que se trataba de otro enlace.
Volví a dar clic y la página comenzó a cargar sospechosamente lento para tratarse de una web antigua, sin embargo no me saltó ninguna alarma del antivirus ni advertencia en el navegador. Una vez cargada, la página mostraba una galería de imágenes en miniatura todas ordenadas en una matriz de ocho por ocho a la que le faltaba una en la última casilla inferior derecha, quedando quince imágenes en total en la pantalla, cada cual con un título debajo, o al menos eso me pareció, con caracteres aleatorios entre letras, números y símbolos. Parecían estar colocadas de manera arbitraria, sin lógica o importancia aparentes, así que cliqué la segunda imagen de la primera fila que contenía una figura de una criatura con alas de murciélago, mezcla de una gárgola gótica y un dragón chino con afiladas garras, astas de ciervo y ojos rojos como rubíes, y se abrió otra ventana del navegador con la imagen agrandada en la mitad izquierda y un texto explicativo en la mitad derecha. Bajo la imagen decía: «Arte conceptual»
El texto a la derecha tenía por título una palabra que no conocía, y sin embargo evocó en mi interior una inquietud prehistórica, como si algún conocimiento dormido dentro de mi ADN hubiese despertado para advertirme de un inminente horror. En letras mayúsculas con serifas el título decía: «MINOTHEP».
El texto parecía describir una especie de antiguo rito de invocación a una deidad anterior al tiempo. En él se explicaban su morfología y capacidades, a quien se le reconocía como «El expansor de universos». Unos breves párrafos contenían un escrito en unos caracteres que no pude reconocer y al final una nota entre paréntesis que decía: «Extracto del papiro número 4 de los manuscritos Alejandrinos».
Cerré la ventana y cliqué en otra de las pequeñas imágenes de la matriz. La ventana mostraba una interfaz idéntica a la anterior, con la imagen agrandada a la izquierda y un texto a la derecha. La figura era un cáliz con frutas de texturas cristalinas encima, a manera de una cornucopia, y el título del texto decía: «El Culto a Va-Khont», luego un pequeño texto explicativo sobre una sociedad secreta de orígenes inciertos que profesaba a una deidad benevolente pero irascible llamada Va-Khont. Luego otro texto en el mismo lenguaje ininteligible de la ventana anterior y al final una nota entre paréntesis que decía: «Extraído del papiro número 7 de los manuscritos Alejandrinos».
Abrí una tercera ventana cuya imagen exponía un rostro cadavérico, encapuchado, tapado hasta la nariz, muy poco nítida como para notar algún detalle más relevante. Titulaba: «El Mensajero» y el breve texto que lo describía hablaba sobre una especie de ser aparentemente de menor jerarquía que los anteriores pero que guardaba mayor contacto con el mundo material. Se explicaba que muchas culturas lo confundían con un dios o un demonio, pero todas aseguraban que su presencia era presagio de acontecimientos venideros que cambiarían el rumbo de la historia. A él se le atribuían las profecías enunciadas por los profetas como Nostradamus, e incluso se rumora que él fue quien le enseñó el noble camino óctuple al mismísimo Sidharta Gautama. Luego otro texto en ese lenguaje de extraños caracteres y al final una nota que decía: «Recogido de la tradición oral de las tríbus Arawak de la amazonia sudamericana y el papiro número 5 de los manuscritos Alejandrinos».
Cerré esa ventana y volví a la anterior donde se encontraban las imágenes en miniatura, al arrastrar el cursor para abrir una más noté que al pasar el puntero por la esquina inferior derecha, donde debería encontrarse una decimosexta imagen, éste cambiaba la forma de flecha a una mano con el índice levantado indicando que el espacio no estaba vacío. Di clic en ese lugar y un pequeño choque eléctrico recorrió mi brazo. La página empezó a cargar, pero pasados varios minutos no terminó de hacerlo. Desconecté y volví a conectar el router del internet por si ese era el problema, pero nada. Todas las demás páginas cargaban con normalidad a excepción de aquella. Volví a clicar varias veces siempre con el mismo resultado, hasta que de un momento a otro la computadora se apagó dejando mi rostro reflejado en el oscuro e inerte monitor, como imitando haberme encerrado en un agujero negro de donde ni la luz podría salir. Sospechando de un bajón eléctrico en la zona encendí las luces de mi departamento y pregunté a los vecinos si habían sufrido algún corte, pero todas las respuestas fueron negativas. Volví a mi departamento y encendí de nuevo la computadora, pero al abrir el navegador y al dar clic en «recuperar páginas» me apareció el mensaje de «página no encontrada». Rebusqué en el historial pero tampoco encontré un enlace parecido a los que estuve visitando. Volví a buscar el post en 4Chan y encontré el foro, pero no el comentario con el enlace. «¿Acaso fue mi imaginación?». No podía ser, las imágenes y descripciones estaban frescas en mi memoria. Entonces googleé las extrañas palabras que describían los textos, pero lo único que encontré sobre una de ellas fue un artículo publicado hace un año de un periódico de Europa del este que hablaba sobre un militar que fue ingresado al psiquiátrico luego de una fallida expedición militar a las instalaciones de una supuesta secta terrorista llamada A.S.T.R.A. El soldado Chris, decía la nota, fue diagnosticado con estrés postraumático luego de la incursión, cuyos detalles permanecen en secreto, al enfrentarse al grupo armado. El capitán al mando de la operación se negó a dar más detalles por tratarse de una investigación clasificada, pero mediante el equipo del hospital psiquiátrico se filtró que el día que el soldado fue ingresado no paraba de gritar horrorizado la palabra «minothep» y que «ya estaba entre nosotros». Pasadas dos semanas de su internación y de un tratamiento con sedantes y un coma inducido por dos días el soldado no volvió a hablar. Desgraciadamente el artículo no mencionaba el apellido del militar ni el nombre del centro psiquiátrico para rastrearlo. Sobre el culto a Va-Khont, El Mensajero o los Manuscritos Alejandrinos no encontré ninguna referencia.
Decidí que era suficiente investigación por esa noche y apagué la computadora. Pensando que podría encontrar más información en el anticuario de la calle Florida, donde don René custodiaba un sinnúmero de reliquias y textos antiguos, cené unas sobras que quedaron de la carne picada del almuerzo, me di una ducha y me recosté en la cama quedándome dormido a los pocos minutos.
Empecé a soñar que que me encontraba en la sala de esperas de un hospital, y que alguien mantenía una conversación conmigo, un ser encapuchado y fantasmal, que por el colgajo de telas que conformaban su ropa podía deducir que era bastante enjuto. No lograba ver sus facciones por la capucha, pero sí identificar que era una persona de rostro fino y solemne. No recuerdo de qué trató la conversación que tuvimos, pero no me dejó una sensación muy agradable, una mezcla entre tristeza y frustración. Sólo recuerdo sus últimas palabras, me dijo: «No es personal, yo solo soy el mensajero». Para luego desaparecer por un pasillo infinito, hasta que su silueta se hizo inidentificable. Yo quedé solo en la quietud de esa sala de esperas intentando recordar algo de la conversación, pero una especie de ruido mental me empezó a aturdir. De pronto las paredes adoptaron una geometría anormal, como si sus vértices no se llegaran a encontrar nunca y las proporciones de tanto muebles como puertas hacían que todo a mi alrededor pareciera un tenebroso filme de expresionismo alemán. Fue entonces que empecé a perder los sentidos. Poco a poco mi percepción del mundo se fue desvaneciendo pasando antes por visiones caleidoscópicas, olores intensos, sensaciones agresivas de frío y calor. Todo era una caótica subjetiva de mi mismo como si fuese un fantasma flotando en el aire, sin cuerpo, solo yo y mi consciencia. De pronto un estallido de ondas y una luz verde brillante me rodeó en todas direcciones y *el todo* implosionó.
No sé si sigo atrapado en el sueño pues no tengo memoria alguna de haber despertado. De existir el tiempo diría que todo lo anteriormente descrito acaba de pasar hace millonésimas de segundos y a la vez sigue sucediendo sin suceder. Una paradoja eterna tan compleja para el entendimiento humano, más allá de la nada. No es como si contemplara el abismo o si el abismo mirara dentro de mí… yo me convertí en el abismo en una grotesca metamorfosis Kafkiana. Ahora sólo intento recordar la conversación con El Mensajero y comprender a qué se refería el soldado de aquella expedición militar al decir que Minothep estaba entre nosotros. Ahora solo me queda esperar que una inteligencia o potestad capaz de sobreponerse a esta *no existencia* en la que me encuentro pueda devolverme a mi mundo, pues por ahora solo estos pensamientos me mantienen con vida. Solo estas palabras en este texto, acompañando a quienes se atrevan a leerlo, que son el único puente entre el profano yo y la locura.
(Si te gustó la historia apreciaría mucho tu like y comentario. Seguime para más historias así)
© J.Lu Anthanatos