Todo aislamiento es el comienzo de la soledad, que puede manifestarse tanto de manera emocional como física. Existen aislamientos que son una necesidad personal; algunas personas buscan en este estado un equilibrio que les ayude a mitigar las emociones que les abruman. Por otro lado, hay un aislamiento impuesto por la sociedad, utilizado como castigo por un delito.

La soledad puede surgir por alteraciones emocionales, como la tristeza que acompaña la pérdida de un ser querido, y se puede asociar con enfermedades como la depresión. También hay formas voluntarias de aislarse de los demás, que dificultan una relación saludable con otras personas y, en ciertos casos, exacerban problemas emocionales, psicológicos o psiquiátricos.

Para algunos, estar en esta situación puede afectar su estabilidad psíquica, mientras que otros pueden encontrar normalidad en la soledad, sin que esto les cause molestia. Esto sugiere que la soledad es un fenómeno subjetivo: puede liberarte o encarcelarte, dependiendo de cómo cada persona enfrente este aislamiento.

La soledad no es simplemente una situación, sino un estado emocional. Puede ser sanadora, y muchas veces, esos momentos de soledad han sido los que han inspirado a poetas, músicos y pintores. Si se logra una buena adaptación al aislamiento, se puede aprender a dominar la concentración. De lo contrario, puede generar crisis...