Capítulo 8.
Separar o no.
Le llamó a su amigo que era detective para destruir el compromiso de Alejandro.
Ella lo quiere ver rendido completamente bajo sus pies, así como él la había tenido a ella.
—¿Alejandro Magno?
Preguntó asombrado.
— Sí, quiero que descubras todo de él. Quiero que no se te escape nada.
— Está bien, te mando mis avances por correo. — Sí, gracias amigo.
— No hay de que, para eso estamos, para ayudarnos. Además, estoy en deuda contigo.
Su amigo comenzó a buscar información y pruebas en las que, descubrió a Alejandro le estaba siendo infiel a su futura esposa y que visitaba lugares indebidos.
— Te lo he mandado a tu correo.
— Perfecto, ya lo revisé.
Respondió Katerin viendo las fotos comprometedoras de Alejandro y su amante.
— ¿Qué hago con eso?
— Mandáselo de manera anónima a su prometida.
— Está bien.
Katerin estaba feliz, con eso estaba segura de separar a Alejandro de aquella pobre diabla, de lo que le había salvado. Ella conocía perfectamente a Alejandro, sabía que le haría lo mismo a esta pobre chica.
— Gracias, amigo.
— Fue un placer ayudarte, si me necesitas más, ya sabes que puedes contar conmigo.
— Gracias, e igualmente cuenta conmigo.
— Nos vemos.
Después se la envío a su prometida y esta al saberlo se encolerizo. Fue rápidamente a la casa de Alejandro con su tablet en la mano y con una dura expresión.
— ¿Qué es esto, Alejandro?
Reclamó mostrándole las fotos a Alejandro.
— Eso no significa nada.
Respondió tratando de darle poca importancia.
— ¿Cómo no? ¿Acaso me quieres ver la cara de estúpida? Aunque, esa ya me la viste cuando te revolcabas con esa zorra.
Gritó furiosa.
— Yo... Yo no sé porque lo hice.
— Te haces el inocente, a mi no me vengas con esos cuentos. Que no te creo.
Grito aun más y le tiro la tablet en la cara.
— En serio, yo... Yo me equivoqué, perdóname.
— No, no lo haré. Ni todavía estábamos casados y ya hacías eso, ahora imagínate de casados. Lo siento pero no puedo confiar más en ti.
— No, no, no me digas.
— Sí, nuestro compromiso se cancela. No quiero verte más aquí, lárgate con esas viejas, con ellas estabas tan feliz. Además, tú sólo me querías por mí dinero, no creas que no sabía que estabas quebrado.
Respondí mirándolo con una sonrisa.
— Pero, ¿de qué hablas?, ellas no significan nada. Tú eres la única que me interesa, que me importa, yo...
— Nada, ya, cállate. No te soporto más, eres un maldito mentiroso.
Grito dándole una fuerte cachetada.
— Pero, ¿cómo le puedes creer más a un correo de origen dudoso?
Alejandro no podía creer que ella se había enterado de sus andadas. Y lo peor de todo es que todo su esfuerzo se había ido a la borda.
Ahora su futuro asegurado y su libertad ya formaban parte del pasado. Ya no tenía nada y seguiría siendo el esclavo de Katerin. Que se la pasaría burlando de su desgracia.
— Cállate, que yo ya tenía mis propias dudas y eso solo me las confirmó. Pero, es que, ¿hasta cuándo querías verme la cara de estúpida?
— Yo, nunca lo quise hacer.
— Pero lo hiciste. Así que, ahórrate la pena de irme a buscar, no quiero saber nada de ti, olvídate de todo. Porque te juro que si vuelves no voy a responder.
— Yo...
— Ya estás advertido, Alejandro.
Indicó con su dedo índice, luego emprendió su huida y desapareció de aquel cuarto.
Al pasar esto, Alejandro se sintió tan mal que destruyeron el compromiso. Todo se había perdido ahora. Su oportunidad se había desvanecido como espuma de mar.
«Pero, ¿quién diablos le habrá mandado ese correo? Cuando encuentre esa persona me las pagará» pensó enfadado, Alejandro.
Al siguiente día, derrotado y frustrado le fue avisar a su presidenta que se había cancelado su boda, pues ella iba a hacer su madrina de boda. Pero, ahora ya no habría nada, gracias a aquel entrometido y por su negligencia.
— Presidenta, lamento informarle que mi boda se ha cancelado.
Comento con tristeza.
— ¿Por qué tan de repente sucedió esto? Si ustedes se veían tan bien, ¿qué paso?
Preguntó fingiendo asombro.
— Es que fui tan imbécil y le fui infiel. Solo fue un pequeño error.
— ¿Cómo has podido hacer tal cosa a tu futura esposa? Perdóname, pero aquí tuviste tú la culpa.
Respondió cruzándose de piernas y tomando su café.
— No lo sé, me dejé llevar por esa mujer y caí en la tentación. Así fue como sucedió todo. Ya tenía tiempo que no iba allá, yo iba en serio con mi prometida pero esa mujer se interpuso en mi camino.
— Pues los errores suceden y a veces son imperdonables, como en tu caso. Pero, ¿qué se puede hacer? La vida continua, ¿No es así?
Respondió bebiendo lo último de su café.
Alejandro se sintió comprendido por primera vez, al fin alguien pensaba como él. Le daba gusto saber que ella pensara de esa manera. Había cometido el error con su ex prometida, pero no valía estar sufriendo por eso.
Ya habría otra oportunidad que se le atravesaría. Una idea se le pasó por la cabeza, pensó que la mejor manera de librarse del yugo de Katerin, sería seducirla. Así podría manejarla a su antojo, no sería la primera vez que hiciera eso. Él se sentía completamente confiado que podría lograrlo.
— Claro, usted si que sabe. Gracias, ahora me voy, ya me siento mejor. Hablar con usted me ayudo bastante, usted si me entiende, ojalá todas las mujeres fueran como usted. No se como aquel hombre no la supo valorar.
— Ja, ni yo sé eso. Me da mucho gusto poder ayudar, ya sabes si necesitas hablar conmigo y puedo, te escucharé.
— De acuerdo, lo tendré en cuenta. Adiós, me retiró.
Respondió con una gran sonrisa.
Katerin no aguantó más y se comenzó a reír a carcajadas.
«¿Cómo no te puedes dar cuenta que yo soy realmente la que te quiere ver destruido? Así como me lo has hecho a mí. Poco a poco te haré caer a mis pies y desearás no haberme hecho daño. Lo juro» pensó.
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Le llamó a su amigo que era detective para destruir el compromiso de Alejandro.
Ella lo quiere ver rendido completamente bajo sus pies, así como él la había tenido a ella.
—¿Alejandro Magno?
Preguntó asombrado.
— Sí, quiero que descubras todo de él. Quiero que no se te escape nada.
— Está bien, te mando mis avances por correo. — Sí, gracias amigo.
— No hay de que, para eso estamos, para ayudarnos. Además, estoy en deuda contigo.
Su amigo comenzó a buscar información y pruebas en las que, descubrió a Alejandro le estaba siendo infiel a su futura esposa y que visitaba lugares indebidos.
— Te lo he mandado a tu correo.
— Perfecto, ya lo revisé.
Respondió Katerin viendo las fotos comprometedoras de Alejandro y su amante.
— ¿Qué hago con eso?
— Mandáselo de manera anónima a su prometida.
— Está bien.
Katerin estaba feliz, con eso estaba segura de separar a Alejandro de aquella pobre diabla, de lo que le había salvado. Ella conocía perfectamente a Alejandro, sabía que le haría lo mismo a esta pobre chica.
— Gracias, amigo.
— Fue un placer ayudarte, si me necesitas más, ya sabes que puedes contar conmigo.
— Gracias, e igualmente cuenta conmigo.
— Nos vemos.
Después se la envío a su prometida y esta al saberlo se encolerizo. Fue rápidamente a la casa de Alejandro con su tablet en la mano y con una dura expresión.
— ¿Qué es esto, Alejandro?
Reclamó mostrándole las fotos a Alejandro.
— Eso no significa nada.
Respondió tratando de darle poca importancia.
— ¿Cómo no? ¿Acaso me quieres ver la cara de estúpida? Aunque, esa ya me la viste cuando te revolcabas con esa zorra.
Gritó furiosa.
— Yo... Yo no sé porque lo hice.
— Te haces el inocente, a mi no me vengas con esos cuentos. Que no te creo.
Grito aun más y le tiro la tablet en la cara.
— En serio, yo... Yo me equivoqué, perdóname.
— No, no lo haré. Ni todavía estábamos casados y ya hacías eso, ahora imagínate de casados. Lo siento pero no puedo confiar más en ti.
— No, no, no me digas.
— Sí, nuestro compromiso se cancela. No quiero verte más aquí, lárgate con esas viejas, con ellas estabas tan feliz. Además, tú sólo me querías por mí dinero, no creas que no sabía que estabas quebrado.
Respondí mirándolo con una sonrisa.
— Pero, ¿de qué hablas?, ellas no significan nada. Tú eres la única que me interesa, que me importa, yo...
— Nada, ya, cállate. No te soporto más, eres un maldito mentiroso.
Grito dándole una fuerte cachetada.
— Pero, ¿cómo le puedes creer más a un correo de origen dudoso?
Alejandro no podía creer que ella se había enterado de sus andadas. Y lo peor de todo es que todo su esfuerzo se había ido a la borda.
Ahora su futuro asegurado y su libertad ya formaban parte del pasado. Ya no tenía nada y seguiría siendo el esclavo de Katerin. Que se la pasaría burlando de su desgracia.
— Cállate, que yo ya tenía mis propias dudas y eso solo me las confirmó. Pero, es que, ¿hasta cuándo querías verme la cara de estúpida?
— Yo, nunca lo quise hacer.
— Pero lo hiciste. Así que, ahórrate la pena de irme a buscar, no quiero saber nada de ti, olvídate de todo. Porque te juro que si vuelves no voy a responder.
— Yo...
— Ya estás advertido, Alejandro.
Indicó con su dedo índice, luego emprendió su huida y desapareció de aquel cuarto.
Al pasar esto, Alejandro se sintió tan mal que destruyeron el compromiso. Todo se había perdido ahora. Su oportunidad se había desvanecido como espuma de mar.
«Pero, ¿quién diablos le habrá mandado ese correo? Cuando encuentre esa persona me las pagará» pensó enfadado, Alejandro.
Al siguiente día, derrotado y frustrado le fue avisar a su presidenta que se había cancelado su boda, pues ella iba a hacer su madrina de boda. Pero, ahora ya no habría nada, gracias a aquel entrometido y por su negligencia.
— Presidenta, lamento informarle que mi boda se ha cancelado.
Comento con tristeza.
— ¿Por qué tan de repente sucedió esto? Si ustedes se veían tan bien, ¿qué paso?
Preguntó fingiendo asombro.
— Es que fui tan imbécil y le fui infiel. Solo fue un pequeño error.
— ¿Cómo has podido hacer tal cosa a tu futura esposa? Perdóname, pero aquí tuviste tú la culpa.
Respondió cruzándose de piernas y tomando su café.
— No lo sé, me dejé llevar por esa mujer y caí en la tentación. Así fue como sucedió todo. Ya tenía tiempo que no iba allá, yo iba en serio con mi prometida pero esa mujer se interpuso en mi camino.
— Pues los errores suceden y a veces son imperdonables, como en tu caso. Pero, ¿qué se puede hacer? La vida continua, ¿No es así?
Respondió bebiendo lo último de su café.
Alejandro se sintió comprendido por primera vez, al fin alguien pensaba como él. Le daba gusto saber que ella pensara de esa manera. Había cometido el error con su ex prometida, pero no valía estar sufriendo por eso.
Ya habría otra oportunidad que se le atravesaría. Una idea se le pasó por la cabeza, pensó que la mejor manera de librarse del yugo de Katerin, sería seducirla. Así podría manejarla a su antojo, no sería la primera vez que hiciera eso. Él se sentía completamente confiado que podría lograrlo.
— Claro, usted si que sabe. Gracias, ahora me voy, ya me siento mejor. Hablar con usted me ayudo bastante, usted si me entiende, ojalá todas las mujeres fueran como usted. No se como aquel hombre no la supo valorar.
— Ja, ni yo sé eso. Me da mucho gusto poder ayudar, ya sabes si necesitas hablar conmigo y puedo, te escucharé.
— De acuerdo, lo tendré en cuenta. Adiós, me retiró.
Respondió con una gran sonrisa.
Katerin no aguantó más y se comenzó a reír a carcajadas.
«¿Cómo no te puedes dar cuenta que yo soy realmente la que te quiere ver destruido? Así como me lo has hecho a mí. Poco a poco te haré caer a mis pies y desearás no haberme hecho daño. Lo juro» pensó.
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