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ALTER-EGO
CAPITULO 3
EL PROFE HIPSTER.
Aquel chico de nombre Eduardo notó que yo no alejaba mi mirada de aquella mesa donde estaban aquellas chicas platicando y bromeando, una de ellas de las mas bonitas pasó cerca de nosotros para dirigirse a la mesilla de enfrente de nosotros para saludar a una chica a quien luego invitó a sentarse en la misma banca en que ella estaba sentada con sus amistades, a pesar de que la hora de almuerzo estaba por acabar, su rostro me parecía similar, sabía que en algún lado la había visto anteriormente, así que yo la miré para percatarme si se trataba de la misma chica que yo conocía.
—Se llama Lorena— Me dijo Lalo, quien al parecer se dio cuenta de mis miradas qué al parecer fueron poco discretas. Ahí lo comprobé, mis sospechas eran certeras, desde el instante en que miré a aquella chica reconocí su cara; me recordaba a Lorena la niña de mi salón de cuando estaba en primaria, ahora lo tenía más que claro: era ella, estaba aún mas hermosa de lo que recordaba.
La adolescencia habíale pasado por su vida y había cambiado su aspecto fisico, sus ojos eran aún más brillantes de lo que recordaba, y aun más hermosos, noté que su sonrisa había cambiado radicalmente, sus dientes imperfectos ahora lucían hermosos y parejos, su rostro lucía aún más bello y femenino, su cuerpo había adquirido unas hermosas curvas que moldeaban su silueta como a una hermosa escultura hecha por Miguel Ángel y ese perfume que llevaba encima era exquisitamente fragante, llenaba el aire con su aroma, delicada y dulce pero a la vez tan fuerte y sensual, le veía juguetear con un chico de cabello rubio que vestía el uniforme de clase de deporte, su cabello era largo y un poco ondulado peinado hacia atrás.

Era obvio que mantenía mi mirada fija en aquella muchacha así que me puse colorado como un tomate y lanzé una leve risa nerviosa que no pude evitar.
—Estábamos en el mismo salón desde primero de secundaria hasta el último grado— Continuó.
—La conozco bien, estábamos juntos en primaria pero desde ahí no la había vuelto a ver—
Aclaré yo.
—¿Ella te gusta?—
Pronunció de improvisto el otro chico quien hasta el momento no se le había escuchado articular el más mínimo susurro, yo no pude evitar ruborizarme al escuchar tal cuestionamiento y solo dibujé una leve sonrisa en mi cara.
— Pues déjame decirte mi buen amigo, qué esa mirada lo dice todo—
Completó Lalo, sentí ese momento tan incómodo que no supe que decir, fué como si me hubiesen arrebatado el sonido de mis cuerdas vocales y quedara completamente atónito.
Tomás parecía un chico agradable, bastante sociable y extrovertido, aunque su apariencia mostraba ser un chico intelectual, de esos de lentes y estudiosos, fanáticos de sagas como Harry Potter o Star Wars, conocidos por ser poco populares o por tener pocas amistades.
—¿Tan obvio soy que notaste que estaba viendo a Lorena?— pronuncié por fin con voz un poco tembleque.
—Obvio no es la palabra, más bien digamos que la discreción no es tu fuerte... Lo sospechaba, Lorena es muy bonita y llama la atención a la vista—
—No la veía desde los doce años, también estaba en el mismo salón que yo desde primero de primaria hasta sexto grado, ha cambiado mucho, por eso la miraba, pensé que tal vez estaba equivocado, pero tú ya me has aclarado que sí es ella—
—¿Y tú como te llamas? —
Mencionó Eduardo intentando unir a aquel chico a su lado en la conversación quien, al fin levantó la cabeza y se decidió a hablar con un donaire que me impresionó.

—Me llamo Tomás.—
Pronunció mientras comía sus waffles
—Yo soy Lalo.—
Respondió el chico regordete
—Y yo me llamo Javier —.
Agregué al final quedando todos en un silencio profundo perturbado solo por el ruido de nuestro alrededor.
Lalo estaba por decir algo cuando sonó el timbre, nos levantamos de nuestros asientos sin decir nada y nos dirigimos a nuestros salones sin despedirnos, total... Eramos casi desconocidos y ya ni siquiera recordaba sus nombres.

Se acabó nuestra hora de almuerzo y volvimos a nuestras clases habituales, nuevamente me encontraba en mi salón, rodeado de mis compañeros que estaban todos platicando a la vez como era costumbre, el profesor no llegaba aun, miré alrededor, allí estaba aquella chica del autobús, al lado mío un asiento más atrás que yo justo a mi lado izquierdo, soplaba el vapor de su aliento en sus anteojos y los limpiaba con su blusa mientras los demás utilizaban sus móviles o platicaban con sus amigos, ella seguía limpiando sus antojos, como si fuera lo único que pudiese hacer, yo solo miraba a mi alrededor, para intentar familiarizarme con los diferentes rostros del salón y ninguna cara me resultaba familiar aún, a dos o tres chicos les había visto un par de veces en el mercado o tal vez en algún otro lugar, pero no sabía sus nombres.
Miré al lado mío, un asiento atrás del mío y vi a aquella chica, me estaba mirando y giró su mirada al percibir la mía, detuve mi vista de nuevo en ella por unos segundos
, para ver si volvía a mirarme nuevamente, pensé "si gira su cabeza para verme significa que ella me está viendo fijamente" . Así fué, sin retirar mis ojos de su imagen pude ver el momento en que ella puso su mirada nuevamente sobre mí, yo solo lancé una leve sonrisa, motivado por el sonrojo, ella solo bajó la mirada repentinamente.
En eso entró un profesor, era muy joven, de unos 33 años y vestía muy elegante con una barba estilo hipster y unos anteojos redondos de marco negro, se presentó ante nosotros y dijo llamarse Jefferson Simonetti y él sería nuestro profesor de historia, era muy agradable, tenía un comportamiento muy juvenil, muy risueño, como si de un adolescente se tratase.
De pronto, al momento en que él se presentaba una chica en la fila de en medio en la primera banca le preguntó si era soltero esto me pareció un momento cómico, su compañera al lado izquierdo echó a reír, el profesor se puso colorado y empezamos a reír levemente el salón entero.
El profesor se rascó la cabeza intentando calmar su incomodidad del momento y se dirigió hacia la pizarra donde escribió la fecha para luego darse la media vuelta y respondió a la pregunta de aquella muchacha y dijo que era casado para luego dar lugar a un pequeño discurso un tanto raro, inesperado y algo cómico.
—¿Cómo te llamas? — Le preguntó a aquella muchacha sosteniendo sus anteojos.
Aquella muchacha giró la cabeza hacia ambos lados como queriendo averiguar a quién le hablaba el profesor.
—Me llamo Carla—
Dijo entre risas.
—Bueno, Carla.— Prosiguió el profesor.
—Me temo que me está prohibido involucrarme sentimentalmente con mis alumnas y más si estas son menores de edad, aunque gracias por el halago, de verdad me halagas, creo que me puse poquito rojo, el ser guapo; todo un galán, no significa que sea un hombre fácil—.
Reímos un poco al escuchar esa respuesta, avivando así la risa anterior.
—Sé que soy un joven muy apuesto pero chicas... Soy casado y cien porciento fiel a mi amada esposa,
tendrán que contener sus ímpetus—.
Todos comenzaron a reír, jamás pensé que el profesor tuviera esa química con sus alumnos, pero me agradó su actitud, normalmente todos los docentes, o la mayoría de ellos son serios y no les importa en lo más mínimo tener lazos amistosos con sus alumnos y mucho menos se atreverían a bromear con ellos, pero este profesor era diferente, ojalá y hubiera más como él.

Por fin, después de varias clases más llegó la hora de salida, ese momento que tanto anhelaba ese día, extrañaba la comodidad de mi hogar.
Los chicos salieron del salón apurados y empujándose, aunque el profesor nos había recomendado salir en calma, lo cual al parecer pasó desapercibido, pues ellos hicieron caso omiso, yo salí al último ya qué salían todos entre empujones y me era imposible salir, así que decidí esperar a que salieran los demás.
Al salír del campus estaba un grupo de chicos de mi salón y otros que no conocía y entre ellos estaba Demian, un ex compañero de primaria, o mejor dicho: asistíamos a la misma primaria, él un grado más que yo. ( Este, en la secundaria me había puesto un apodo que me avergonzaba) para mí era una pesadilla, al parecer el destino de los bravucones es repetir año, o talvez mi destino sea el convivir con bravucones: primero Arnoldo y sus secuaces y ahora Demian, en fin... estaban en la salida del colegio así que tuve que pasar por ahí quisiera o no hacerlo. «Tal vez no me verá»
pensé.
—Qué tal , Javier Martinez—.
Pronunció en voz alta (siempre me llamaba por nombre y apellido) me detuve de golpe.

—Que tal—.
Le contesté para no ser descortés.

Él extendió su mano y me saludó, él solo tocó la palma de mi mano suavemente y luego cerró el puño para luego chocar lo con el mío, le contesté de igual manera, aunque al principio pensé que me saludaría como se acostumbra a hacerlo: con un apretón de Mano. Me dió pena porque yo le tomé la mano pero él la soltó inmediatamente (mi saludo no era el adecuado).

—Me tengo que ir—.
Contesté, me sentí incómodo no supe que más hacer; huir de las situaciones incómodas se había vuelto mi forma habitual de escape y auto protección.
—¿ Porqué te vas?—
Me detuvo con su pregunta.
—¿Me tienes miedo o por qué te vas?— Luego miró a sus amigos.
—Es un chico que conocí en la primaria, es buena onda—.
Sentí raro que el dijera eso de mí, ya que yo pensaba que no le agradaba, siempre me trataba mal haciendo que me avergonzara con apodos vergonzosos, después de eso sus amigos me empezaron a saludar de igual manera: Tocando suavemente mi mano y dando un choque de puños (afortunadamente ya sabía que tipo de saludo utilizarían). siempre acostumbro a saludar al modo antiguo, cordialmente.

—¿Ya sabes qué vas a estudiar?—
—Ammmm— (dudé un poco) —Estoy algo indeciso, estoy entre diseño gráfico... Y Gastronomía, es un dilema —.
Contesté
—Lo que es un dilema es qué a tu edad no hayas tenido novia aún. — (Dudo que sepa lo que significa esa palabra “DILEMA”)

—Aún no—.
Agregué acomodándome el tirante de la mochila sobre el hombro.
—Ya es hora, no te vallas a quedar soltero toda tu vida—
—Lo sé, tal vez este año—.
Reí levemente.
—Bueno, me tengo que ir, se me pasa el bus—.
Me despedí.
—Nos vemos— Contestaron a una voz.
Por mi mente pasaban un motón de pensamientos ¿qué era lo que había ocurrido? Un sinfín de preguntas sin respuesta desbordaban por mis cienes. ¿ Acaso ese chico había cambiado su forma de ser y de pensar?
¿Se había vuelto un ser humano capaz de razonar?
Al parecer así era, aunque no estaba seguro. Pero fuere lo que fuera lo que había pasado me había venido como un golpe, pero no uno literal sino un golpe de buena suerte, me sentí un poco más seguro conmigo mismo, tal vez este año las cosas cambiarían para bien, y lo harían para bien.

El autobús escolar estaba en la parada y me dirigí rápidamente, estaba tan solo a unos dos metros de distancia del autobús, cuando aquella chica, Lorena me miró, se estaba subiendo a un coche muy bonito: un Ferrari rojo, estaba sonriendo y al pasar yo junto a ella posó su mirada sobre mí por mera casualidad a pesar de que yo evitaba ser visto por ella, su cabello caía por enfrente de sus ojos así que lo recogió por detrás de su oreja, mi torpeza salió a flote y tropecé al intentar subir la escalera de la entrada del bus, el conductor lanzó una risa muda y me dirigí a mi asiento, la mayoría estaban ocupados ya, seguí caminando hasta la parte trasera del autobus donde no había nadie aún, así que me senté allí, en el lugar más solitario y lejano. Puse mis auriculares en mis oídos y reproduje una de mis musicas favoritas "musica ska" Ese día me parecía un buen día para escuchar Ska, subí el volumen a un nivel considerable y disfruté de mi musica y del aburrido viaje de regreso, los chicos que iban en el autobús conversaban y reían, pero el ruido de mis audífonos bloqueaba el ruido que había dentro del bus y eso me confortaba, nunca me ha gustado el bullicio ni los alaridos de la gente ni el sonido estridente de la ciudad, veía a los pasajeros estudiantes actuar y articular palabras con la boca sin emitir sonido, algo que me parecía cómico; como ver una película muda, un montón de escenas podría inventar en mi cabeza con mis propios diálogos al ver a los chicos y chicas comunicarse entre ellos y hacer ademanes al hablar.

El autobús estaba casi lleno, algunos chicos tenían asiento apartado para algún amigo o amiga o quizás para su pareja.
Yo miraba hacia enfrente y miré que el conductor me veía por el retrovisor, era una mirada persistente, de pronto retiró su mirada y la centró en una chica que iba subiendo al bus antes de que este echase a andar, caminaba a paso lento buscando un asiento disponible, caminaba con una mirada retraída, esquivando miradas, llegaba hasta la parte trasera donde había un chico sentado solo y este puso su mochila en el asiento de al lado para que no se sentara.
Yo estaba en la última fila de asientos, justo en el asiento del lado del pasillo, así que me recorrí hacia el asiento de la derecha para que aquella chica de actitud retraíada tomase asiento, con su mirada seguía buscando un lugar donde sentarse, parecía que estaba evadiendo el lugar que yo dejé pero al final terminó por sentarse allí justo cuando arrancó el autobus. Mientras, yo armaba una playlist de canciones de mi celular, ella solo mantenía la cabeza mirando hacia abajo tirando del hilo elástico de la pulsera que llevaba en la muñeca de su mano izquierda.
Llevaba sus uñas pintadas de un color azul cielo que ya se estaba despintando.
Puse en cola las canciones que quería que se reprodujeran a continuación y miré hacia mi lado a aquella chica, llevaba el cabello lacio con unos mechones de igual color que sus uñas y ya desteñido, su piel era muy blanca y tenía imperfecciones, ella sintió mi mirada sobre ella y me miró volteando un poco hacia mí para luego quitarme su mirada de la mía, supongo que se sintió incomoda, era la misma chica tímida con la que compartía clase y que había visto en la mañana en el autobús justamente en el mismo asiento en el que yo estaba ahora.
Ella comenzó a enredar su cabello en sus dedos por unos segundos y luego echó un vistazó a sus uñas que estaban despintadas y comenzó a quitarse el esmalte que aún permanecia adherido en sus uñas rascando con la uña de su dedo pulgar el esmalte de su dedo anhular de la misma mano derecha.

Después de unos quince minutos llegué a mi parada, solo a una cuadra de mi casa que quedaba a unos veinte o poco más de allí. Bajamos varios chicos y chicas que tambien vivían cerca, así que me dirigí a casa al bajar del autobus, era una tarde extremadamente calurosa se sentía como a 30 a 32 grados Celsius, sentía mi olor a axila sudada y mi entrepierna se sentía pegajosa, los asientos del bus eran de una tela plástica que desprendía mucho calor.

No fué el mejor día, pero tampoco fué el peor, de hecho ni siquiera considero que hay sido un mal día pues imaginé que pasaría el resto del almuerzo sentado en una banca en una esquina en completa soledad, pero esos chicos: Tomás y Eduardo eran bastante agradables, tal vez al siguente día los volvería a ver, no lo sabía, pero existía esa probabilidad.

—Amén—
Pensé.
© Manuel Andrés Pérez