Y cuando miro atrás y me siento bien noto el porqué, era tal vez porque no tenía tiempo para sentirme mal, porque no tenía tiempo de sobrepensar, porque no tenía el tiempo de que las lagrimas me nublaran la vista, no tenía tiempo a solas con mis memorias, para convivir conmigo, para escucharme hablar y no dejar de hablar, me ahogo en mi o en las cosas mundanas, me ahogo en un vaso de agua o me encuentro a la deriva sin tierra a la vista, paso el tiempo deseando sentir algo, para después sentirme vacío tras un buen rato, y cuando las emociones me invaden deseo no haber estado ahí, deseo no haber escuchado ni haber visto, deseo no haber sentido, me contradigo y me maldigo por haberme contradicho y suspiro más no respiro, pues solo el humo invade mis pulmones vacíos, los pudre y me libro por unos segundos de la presión en el pecho, hasta que la cabeza me punza y me destella la vista, y por más fuerte que cierro los ojos el mundo frente a mí no desaparece, ni despierto de este mal sueño, ni mirando al cielo logró ver estrellas, agraciado por una vista bondadosa, que no me deja ver letras ni reconocer los rostros que me lastiman, ni los que aprecio, ni los que algún día algo fueron y tal como vinieron se fueron con el viento, y es cuando tengo tiempo, que empiezo a escribir palabras con las que cómodo no me siento, que me hacen recordar mis lamentos, que solo caen por más que intente crear algo que me de aliento y con lo que me siento contento, es por eso que no me gusta tener tiempo.





© quival