Cáscara Vacía
*CÁSCARA VACÍA*
Acababa de amanecer y el mundo era nuevo otra vez. Por la ventana entraba el Sol como todas las mañanas. Ya se acercaba la hora del día cuando todo era posible. El hombre abrió lentamente sus ojos y se instaló dentro y fuera de su espacio hasta estrellarse con el níveo cielo raso. Sus oídos detectaron un tic- tic- tic que se acompasaba al monótono ritmo de su corazón y del aparato del que se suspendían cables tomando sus signos vitales. Era una aparente calma tras la ansiedad.
Sus ojos hablaban en el silencio, ante destellos coloridos que trascendían ráfagas desesperadas; naufragando entre la belleza, los misterios y curiosidades del mundo. Contemplando los diferentes escenarios de un ser sin sombra. Alexander, escudriñaba con el alma embelesada en su propia cáscara, todo su horizonte como llama inapagada, presa en quietud y albarrada. Reclamando su espacio desde su propio poro. De pronto, el níveo techo tomó un movimiento de olas en todas las gamas de blancos, desde el centro hasta los orillos, como una marea lechosa y espumada. —Ha llegado la hora—,se dijo. Por primera vez no sintió el dolor que alternaba sus malestares con la morfina....
Acababa de amanecer y el mundo era nuevo otra vez. Por la ventana entraba el Sol como todas las mañanas. Ya se acercaba la hora del día cuando todo era posible. El hombre abrió lentamente sus ojos y se instaló dentro y fuera de su espacio hasta estrellarse con el níveo cielo raso. Sus oídos detectaron un tic- tic- tic que se acompasaba al monótono ritmo de su corazón y del aparato del que se suspendían cables tomando sus signos vitales. Era una aparente calma tras la ansiedad.
Sus ojos hablaban en el silencio, ante destellos coloridos que trascendían ráfagas desesperadas; naufragando entre la belleza, los misterios y curiosidades del mundo. Contemplando los diferentes escenarios de un ser sin sombra. Alexander, escudriñaba con el alma embelesada en su propia cáscara, todo su horizonte como llama inapagada, presa en quietud y albarrada. Reclamando su espacio desde su propio poro. De pronto, el níveo techo tomó un movimiento de olas en todas las gamas de blancos, desde el centro hasta los orillos, como una marea lechosa y espumada. —Ha llegado la hora—,se dijo. Por primera vez no sintió el dolor que alternaba sus malestares con la morfina....