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"La Danza de las Luces"
El corazón de Amelia se detuvo. Un silencio profundo inundó su ser, un vacío que no era de este mundo. Su cuerpo, pesado e inerte, se desvaneció en la penumbra, pero su consciencia flotaba, libre e independiente. Un torbellino de colores brillantes la envolvió, como un arcoíris desatado, lleno de energía pura y vibrante.

Un túnel se abrió ante ella, un vórtice de luz dorada que emanaba un calor reconfortante. Era un camino luminoso que se extendía hacia un horizonte indefinido, un portal hacia lo desconocido.

En el centro del túnel, Amelia vio un destello de un intenso azul brillante, como un ojo que la observaba. Era la luz de un ser de energía pura, que la atraía hacia el centro del vórtice. La sensación de paz y comprensión la invadió. No era un lugar de castigo, ni de dolor, era un espacio de luz, de amor, donde la energía vibraba con una intensidad inimaginable.

En el camino, figuras familiares, amorosas, la esperaban con sonrisas cálidas. Su madre, con los ojos llenos de luz, le tendió la mano y le susurró al oído: "Bienvenida a casa, mi niña".

Amelia se adentró en la luz, dejando atrás el cuerpo mortal. En este nuevo espacio, la existencia era pura energía, una danza sin fin de colores y vibraciones. Las lágrimas que antes brotaban de su rostro ahora se convertían en partículas brillantes que se unían a la danza universal.

Se reencontró con quienes había amado en la Tierra, con quienes había compartido momentos inolvidables. A través de la energía, sus seres queridos le susurraban historias y recuerdos que ahora parecían tan nítidos y reales. Amelia se llenó de alegría y paz, el amor eterno había encontrado su hogar en un nuevo espacio, un espacio de luz y armonía.

Amelia se dejó llevar por la corriente de luz, sintiendo cómo cada paso que daba resonaba con la melodía del universo. En su corazón, una calidez indescriptible la envolvía, como si cada rayo de luz fuese un abrazo de aquellos que había perdido. La conexión con ellos era intensa; podía sentir sus emociones, sus risas y sus lágrimas como si estuvieran entrelazadas con su propia esencia.

Mientras avanzaba, un paisaje surrealista comenzó a formarse a su alrededor. Flores de colores imposibles brotaban del suelo brillante, y árboles de cristal se alzaban hacia un cielo que cambiaba de tonalidad constantemente. Amelia sintió que cada elemento de este nuevo mundo vibraba con una energía palpable, como si la naturaleza misma estuviera viva y consciente.

De repente, una voz suave interrumpió sus pensamientos. Era un ser luminoso, con alas que brillaban como estrellas, que se acercó a ella. "Soy Elyon," dijo con una voz melodiosa. "He estado esperando tu llegada. Aquí, en este plano, cada alma tiene un propósito y una misión que cumplir."

Amelia sintió curiosidad y un poco de temor. "¿Qué misión? ¿Por qué estoy aquí?" preguntó.

Elyon sonrió y extendió su mano hacia un horizonte lejano donde figuras danzaban en círculos de luz. "Tu viaje no ha terminado. Aquí aprenderás a sanar las heridas que dejaste atrás y a ayudar a otros espíritus en su camino hacia la luz."

A medida que escuchaba, Amelia recordó los momentos difíciles que había enfrentado en vida: las pérdidas, el dolor y la soledad. Pero ahora, en este nuevo entorno lleno de amor, entendió que cada experiencia tenía un propósito. Su corazón se llenó de determinación; quería ayudar a otros a encontrar la paz.

Con un gesto de Elyon, el paisaje cambió nuevamente y se transformó en un campo donde almas perdidas vagaban sin rumbo. Amelia sintió una conexión inmediata con ellas; eran reflejos de su propia lucha en vida.

"Ahora es tu momento," dijo Elyon. "Usa tu luz para guiarlas."

Amelia respiró hondo y comenzó a caminar hacia las almas perdidas. Con cada paso, su energía brillaba más intensamente, y pronto las figuras comenzaron a notar su presencia. Al acercarse a ellas, les habló con amor y compasión: "No están solas. Hay luz más allá del dolor."

Las almas comenzaron a rodearla, atraídas por su calidez. Con cada palabra que pronunciaba, sentía cómo sus corazones se aligeraban; el peso del sufrimiento se desvanecía lentamente mientras ella compartía su luz.

Y así, Amelia comprendió que la danza de las luces no solo era un viaje hacia el autoconocimiento y la sanación personal; era también una celebración del amor colectivo y la conexión entre todas las almas.

En ese vasto reino donde la muerte no existía realmente, Amelia encontró su propósito: ser faro para aquellos que aún buscaban el camino hacia la luz. Y así comenzó su nueva vida en el más allá, donde cada encuentro era un paso más hacia la eternidad llena de amor y esperanza.

Con el tiempo, se dio cuenta de que su misión no solo beneficiaba a las almas perdidas; también transformaba su propia esencia. Cada vez que ayudaba a alguien a encontrar paz, una parte de ella sanaba también. Las risas resonaban más fuerte en su corazón y las lágrimas eran ahora destellos de gratitud.

Finalmente, después de muchas jornadas guiando almas hacia la luz, Elyon regresó para visitarla una vez más. "Has cumplido tu misión con gran valentía," le dijo con orgullo en sus ojos estrellados. "Pero recuerda: siempre habrá más almas necesitadas aquí."

Amelia sonrió con comprensión. Sabía que su viaje apenas comenzaba. Con renovada energía y amor infinito en su corazón, se preparó para continuar iluminando el camino hacia la esperanza y la sanación.

Y así fue como Amelia no solo se convirtió en un faro para otros; también encontró en sí misma la fuerza para brillar eternamente en el vasto universo del amor incondicional.

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