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ENTRE LAS FAUCES
Los árboles se alzaban imponentes y el silencio reinaba soberano, un hombre solitario caminaba en busca de paz y serenidad. Sus pasos resonaban en la tierra húmeda, y su respiración se mezclaba con el susurro del viento entre las ramas.

De repente, un rugido retumbó en la distancia, haciendo que el hombre se detuviera en seco. Ante él, emergió un oso enorme, con garras afiladas y ojos hambrientos que lo miraban fijamente. Sin pensarlo dos veces, el hombre emprendió una carrera desesperada, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

El oso lo perseguía implacablemente, cada vez más cerca, cada vez más amenazante. El hombre corría como nunca antes lo había hecho, con el miedo palpable en el aire y el instinto de supervivencia guiando cada uno de sus movimientos. La persecución se convirtió en una danza mortal entre presa y depredador, en la que la vida pendía de un hilo frágil.

El hombre, exhausto y al borde del colapso, vio una luz de esperanza en el horizonte. Un grupo de cazadores se acercaba, armados y decididos a enfrentar al feroz oso que los amenazaba. Con un último esfuerzo, el hombre se desvió del camino, permitiendo que los cazadores tomaran la delantera en la batalla que se avecinaba.

Los disparos resonaron en el bosque, el rugido del oso se apagó en un eco lejano, y el silencio volvió a reinar en el lugar. El hombre se desplomó en el suelo, exhausto y agradecido por haber escapado de la muerte segura. Los cazadores se acercaron a él, con gestos de solidaridad y respeto por su valentía en medio de la adversidad.