...

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Imagina que....

Aquí estoy otra vez escribiéndote sin saber si vas a responder. Imaginando mil historias de por qué nunca respondes. Y pueden ser tantas razones...




Puede que;
estuvieras escalando una montaña y,
de repente, recibieras mi mensaje,
Encendieras el teléfono para leerlo,
Con tal mala suerte, que se resbaló de tus manos justo cuando me dejabas en visto, sin haberme siquiera leído.
El teléfono cayó al abismo del precipicio de aquella montaña lejana.
En ese preciso instante, un ave rapaz, hambrienta, vio caer el teléfono hacia el vacío, agarrándolo al vuelo cual carnada para luego comer.
Mientras surcaba volando el océano índico cerca de la costa, lo perdió de sus garras y el teléfono volvió a desprenderse hacia el vacío, esta vez, dirección fondo del mar, pero, por suerte, un pescador que navegaba con su barco cerca de allí alzó la red del mar llena de peces que acababa de pescar, aquel pescador reunionés vio caer el teléfono sobre el montón de peces que acaba de pescar, cuando desprendió la red en el barco soltando todos aquellos peces por la cubierta agarró el teléfono, y vio mis mensajes, los leyó, pero no sabía qué responder, pues no me conocía, aunque imaginaba más a o menos nuestra historia por los mensajes, nunca se atrevía a responder, le parecía un error hacerlo, pues creía que no estaba a la altura de las posibles respuestas que podía dar, al fin y al cabo, él era un pescador tosco con las manos agrietadas y no se atrevía a responder a aquella chica que se preocupaba tanto por aquel chico, intentó escribir un par de veces, pero le daba vergüenza tener faltas de ortografía, y además, nunca había tenido mucho tacto, de alguna manera, siempre acababa hiriendo sin querer a la persona que más quería, y aprendió que su manera de abrazar acababa arañando, desde entonces, siempre que escribo, el pescador reunionés, lee mis mensajes cuando sale con el barco a pescar al atardecer, sin responder, mientras el ave rapaz sigue buscando carnada en el mismo lugar, y aquel chico que perdió el teléfono siguió escalando montañas después de haberse comprado un teléfono nuevo, con número nuevo, donde nunca jamás recibiría los mensajes de aquella chica que con tanta tozudez insistía en saber qué tal estaba él...




FIN.