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SUERTE EN EL ASFALTO
El conductor, sudando y con los ojos abiertos como platos, giró el volante bruscamente. El autobús amarillo se materializó frente a él, una masa imponente que llenaba todo su campo de visión.
Nunca había sentido esa sensación de tener un autobus tan cerca, pero al menos iba solo y aunque su corazón latia a mi,l su mente nunca perdió la habilidad de pensar rápido.
El corazón del conductor latía con fuerza mientras el coche se desviaba. Por un instante, el tiempo pareció detenerse. El autobús pasó rozando su parachoques, el aire caliente de su paso acariciando la mejilla del conductor. El coche tembló, pero siguió su camino, alejándose del peligro inminente.
El conductor exhaló, sintiendo cómo la adrenalina se disipaba. ¿Qué había causado esa maniobra? ¿Un error suyo? ¿Un fallo mecánico? O tal vez… ¿una fuerza invisible que lo había empujado hacia la seguridad?
Nunca lo sabría con certeza. Pero en ese momento, mientras el autobús se alejaba en la distancia, el conductor sonrió. Había esquivado al destino, y eso era suficiente para él.