Simplemente Amorsh
*SIMPLEMENTE AMORSH*
*Escrito por : Esperanza Renjifo*
Tal vez no recuerdes el día que viste por primera vez a esa personita que amas, igual que el mar no recuerda la primera vez que lo observamos. No me refiero a la fecha, los recuerdos no las necesitan. Me refiero a cómo abarcaste ése para siempre con tu mirada, como si así jamás pudieras desasirte de su imagen, sin quererla hacer tuya, tan sólo contemplándola, envolviéndote con ella como el cielo se envuelve en la noche.
Tampoco me refiero al lugar, ni a lo que estábamos haciendo allí, pues te miré desde lo alto de todas las palabras, que dejaron de significar, te hundí en el fondo del oscuro lago de mis pupilas sin que te dieses cuenta. Y entonces, bañada de su inmenso silencio te convertí en un sueño. Y mágicamente supe que ya no hube de esperarte nunca más. ¡Habías llegado!.
Yo no olvido la mañana que, igual que el mar no olvida la última vez que lo miramos. -Me refiero a la fecha-. El olvido tiene su propia burocracia. Me refiero a cómo dejé que tu esencia completa se marcara para siempre, de un modo inabarcable en el fondo de mi horizonte, y entonces sólo quise hacerte mía, sin volver a mirarte, deshaciéndome de ella como el cielo se deshace de la noche al amanecer.
Me refiero al lugar, a lo que estábamos haciendo, pues dejé de mirarte desde el fondo de todas las palabras, que volvían a significar lo mismo, te rescaté y te traje a la instancia misma de mi presente y mi pasado y mi futuro, ¿Te percataste? Una lágrima se quedó suspendida en mis pupilas. Enjugada de su insignificante idioma te convertí en realidad. -"Te habré de esperar siempre"-, -me dije.
Sofía caminaba ansiosa, con el alma elevada y la ansiedad agitándosele en el viento. Casi dos horas había caminado bajo el sol del medio día destilando todo lo que le restaba de tranquilidad. Arturo su padre, había desaparecido de un momento para el otro. Hospitales, postas y hasta la cruz roja parecían que le inyectarían calma. Pero una vez pasado el umbral de cada uno de ellos, su serenidad se le iba al tacho y reiniciaba pronto el sufrimiento como llevan las aves su alimento en las mismas arenas de lo amado.
Cansada de tanto buscar regresó a su casa. Desde el vano de su ventana contemplaba con resignación el horizonte de su calle ennegrecerse, como sus sueños y la misma calma. Se trataba de una de esas calles de barrio, con una acera recta al lado de la berma de la pista que se perdía en el horizonte, con todo y sus callecitas, colmada de casas, a ambos lados. Una y otra vez ideas funestas arremetían contra ella, sepultándola en pánico. Pues cada que ella soñaba cosas ocurrían. Y había soñado con un atropello. El hombre que había quedado bajo el enorme camión yacía inerte y casi irreconocible. El miedo la invadía y el cuerpo le temblaba sin ser capaz de poder guardar compostura, ni mucho menos intentar recordar las facciones de la víctima. ¿Sería...
*Escrito por : Esperanza Renjifo*
Tal vez no recuerdes el día que viste por primera vez a esa personita que amas, igual que el mar no recuerda la primera vez que lo observamos. No me refiero a la fecha, los recuerdos no las necesitan. Me refiero a cómo abarcaste ése para siempre con tu mirada, como si así jamás pudieras desasirte de su imagen, sin quererla hacer tuya, tan sólo contemplándola, envolviéndote con ella como el cielo se envuelve en la noche.
Tampoco me refiero al lugar, ni a lo que estábamos haciendo allí, pues te miré desde lo alto de todas las palabras, que dejaron de significar, te hundí en el fondo del oscuro lago de mis pupilas sin que te dieses cuenta. Y entonces, bañada de su inmenso silencio te convertí en un sueño. Y mágicamente supe que ya no hube de esperarte nunca más. ¡Habías llegado!.
Yo no olvido la mañana que, igual que el mar no olvida la última vez que lo miramos. -Me refiero a la fecha-. El olvido tiene su propia burocracia. Me refiero a cómo dejé que tu esencia completa se marcara para siempre, de un modo inabarcable en el fondo de mi horizonte, y entonces sólo quise hacerte mía, sin volver a mirarte, deshaciéndome de ella como el cielo se deshace de la noche al amanecer.
Me refiero al lugar, a lo que estábamos haciendo, pues dejé de mirarte desde el fondo de todas las palabras, que volvían a significar lo mismo, te rescaté y te traje a la instancia misma de mi presente y mi pasado y mi futuro, ¿Te percataste? Una lágrima se quedó suspendida en mis pupilas. Enjugada de su insignificante idioma te convertí en realidad. -"Te habré de esperar siempre"-, -me dije.
Sofía caminaba ansiosa, con el alma elevada y la ansiedad agitándosele en el viento. Casi dos horas había caminado bajo el sol del medio día destilando todo lo que le restaba de tranquilidad. Arturo su padre, había desaparecido de un momento para el otro. Hospitales, postas y hasta la cruz roja parecían que le inyectarían calma. Pero una vez pasado el umbral de cada uno de ellos, su serenidad se le iba al tacho y reiniciaba pronto el sufrimiento como llevan las aves su alimento en las mismas arenas de lo amado.
Cansada de tanto buscar regresó a su casa. Desde el vano de su ventana contemplaba con resignación el horizonte de su calle ennegrecerse, como sus sueños y la misma calma. Se trataba de una de esas calles de barrio, con una acera recta al lado de la berma de la pista que se perdía en el horizonte, con todo y sus callecitas, colmada de casas, a ambos lados. Una y otra vez ideas funestas arremetían contra ella, sepultándola en pánico. Pues cada que ella soñaba cosas ocurrían. Y había soñado con un atropello. El hombre que había quedado bajo el enorme camión yacía inerte y casi irreconocible. El miedo la invadía y el cuerpo le temblaba sin ser capaz de poder guardar compostura, ni mucho menos intentar recordar las facciones de la víctima. ¿Sería...