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El Espejo de los Ayeres
En un rincón olvidado de la ciudad, en una vetusta tienda de antigüedades, se encontraba un espejo peculiar. Su marco de madera tallada estaba gastado por el tiempo, y su superficie reflejante tenía un brillo opaco. Pero lo que lo hacía verdaderamente especial era su capacidad para trascender el presente y explorar los recuerdos y las posibilidades del futuro.

Los lugareños lo llamaban “El Espejo de los Ayeres”. Decían que si te atrevías a mirar en él, verías más que tu propio reflejo. Verías momentos pasados y futuros, como si el tiempo se desdoblara ante tus ojos.

Un día, Daniela, una joven curiosa y soñadora, entró en la tienda. Sus ojos se posaron en el espejo, y sintió una atracción inexplicable. Se acercó y se miró en él. Su imagen se desvaneció gradualmente, y en su lugar, vio destellos de su infancia: risas en el parque, abrazos de su abuela, momentos de inocencia y alegría.

Pero no solo eran recuerdos. También vio fragmentos de su futuro. Un camino sinuoso que se bifurcaba en múltiples direcciones: un viaje a un país lejano, una carrera en el arte, un amor apasionado. Las imágenes se superponían, creando un mosaico de posibilidades.

Daniela se sintió abrumada. ¿Qué camino debía tomar? ¿Qué decisiones la llevarían a la felicidad? El espejo no daba respuestas claras; solo mostraba las opciones. Cada elección tenía sus consecuencias, y Daniela se dio cuenta de que no podía cambiar su pasado, pero sí podía moldear su futuro.

Pasaron los días, y Daniela volvía al espejo una y otra vez. A veces, veía momentos de tristeza y pérdida, pero también vislumbraba momentos de triunfo y amor. El espejo se convirtió en su confidente silencioso, su guía en la encrucijada de la vida.

Un día, cuando Daniela tenía que tomar una decisión crucial, se paró frente al espejo. Su corazón latía con fuerza. Cerró los ojos y se atrevió a mirar. Vio su reflejo, pero también vio algo más: una versión de sí misma, valiente y decidida, tomando la ruta menos transitada.

Daniela sonrió. Sabía lo que tenía que hacer. Salió de la tienda con determinación y siguió su corazón. El espejo la había mostrado el camino, pero ahora dependía de ella recorrerlo.

Con el tiempo, la tienda de antigüedades cerró, y el espejo desapareció. Pero Daniela llevaba consigo su lección: el pasado y el futuro estaban entrelazados, y cada elección era un paso hacia su destino. El Espejo de los Ayeres seguía guiándola, incluso cuando ya no podía verlo físicamente.

Y así, Daniela vivió su vida, sabiendo que cada momento era una oportunidad para crear su propia historia. Porque en el espejo de los ayeres, encontró la clave para vivir plenamente en el presente y forjar su futuro con valentía y esperanza.

© Roberto R. Díaz Blanco