...

5 views

ESTRADIVAQUIUS
*Estradivaquius*

*Un día inusual en la vida de Estradivaquius*



*Escrito por: Esperanza Renjifo*

Una cosa no es un amigo. Puesto que a esta no se la puede llamar cuando se va. Y este tampoco regresará por su cuenta si se lo deja partir.

Eso es lo que pensaron cierta vez algunos chicos. Y guardaron todas sus pertenencias en una mochila: llaves, celulares, billeteras... y se las entregaron a Estradivaquius para poder jugar un buen partido de fútbol sin tener que preocuparse por perderla... Cuando ya terminaron de jugar y muy contentos de haber encargado responsablemente sus pertenencias a Estradivaquius. Fueron en su búsqueda. Buscaron y buscaron a donde se suponían lo habían dejado sentado pensaban hallarlo, pero, nada de nada.

Llamaron y silbaron a Estradivaquius por todas partes. Incluso preguntaron por él, dando indicaciones sobre su tamaño y características a cuanto muchacho hombre y mujer se les cruzaba por delante... y nada.

Llamaron y silbaron por un buen rato. Después de casi tres horas. Y convencidos que podría haber regresado rumbo a casa, resignadamente, decidieron retornar a casa dándose por vencidos y convencidos que ya había regresado al haberse demorado mucho el juego.

La verdad, aquí..., "entre nos", no tengo ni idea de qué fue lo que ocurrió luego con los muchachos, amigos de Estradivaquius, al retorno. Supongo, que incluso hasta este mismo instante aún permanecen perplejos.

Volviendo a lo que les estaba contando; resulta que Estradivaquius frecuentemente estaba solo, y por lo general debido a su cicatriz en el rostro y por ser siempre el más pequeño del grupo y poco atractivo a la vista solían olvidarse frecuentemente que existía. Es más, más de una vez se habían olvidado de él hasta por casi tres días en casa, y dejado encerrado por descuido en la cochera, o lo dejaban rezagado de todo lo interesante que ocurría. Los días transcurrían casi iguales y sin sintonía... Densa vacuidad. Vacíos inhóspitos eran lo más significativo que hacía de su vida momentos frágiles en cuerpo y alma...

Ese día había un mundialito de fútbol en una loza deportiva, apenas a unas pocas cuadras cerca de casa. Razón por la que algunos compañeros de la escuela de Estradivaquius habían coincidido en la cochera. Estradivaquius se asomó y se sentó lo más tranquilo, "detalloso" y atento que fue capaz de hacer. Y ni bien abrieron la puerta de la cochera también se sumó a la alegre comitiva que escoltaba a su hermano. Pero al llegar; más allá de recibir los honores de la custodia de una mochila no sucedió nada extraordinario. Se trató de un momento prolongado de más de lo mismo... Y volvió a sentir la inercia del desamparo, y se embargó de amargura y soledad... Una vez más, no había sido tomado en cuenta.

Estradivaquius al ver que nadie siquiera le hacía un cumplido, salió caminando sin rumbo establecido. Primero caminó alrededor de la loza deportiva. Le llegó a dar cerca de diez vueltas con una mirada atenta al partido de futbol. Luego corrió por el parque, por las calles vecinas y siempre volvía una y otra vez... Pero como todo, la ola pasa, y el rumbo que todo calma se hace presente... Y sin saber cómo ni dónde empezó a correr en zigzag por donde veía perros, y muchachos, tratando de mostrarse lo más ostentosamente que podía portando los tesoros que guardaba la mochila.

Los muchachos grandes le decían: —Bueno, bueno, que te puedo decir, nunca he visto que una mochila sea un tesoro. Sin lugar a dudas estás medio loco.

Los más pequeños comentaban; —¡Muy interesante!. —Peroooo... cuando él estaba lejos, agregaban: ¡fanfarrón!

Estradivaquius era un muchaho más o menos de mediana estatura. No tenía nada en contra de los gansos. Pero los gansos tenían algo en contra de él. Cuando el jefe de los gansos lo veía estiraba mucho el pescuezo, abría grande su feo pico y emitía unos cuantos horribles insultos contra Estradivaquius. Al menos, eso es lo que él parecía creer. Entonces, todos los demás gansos abrían las alas y graznaban hacia él, por lo que decidió que era mejor observar cuculies por un largo rato. Luego pensó en los hermosos picaflores que tanto le gustaban y decidió observar un tanto más el estanque a pesar que los ganzos le graznaban. Y se dió cuenta que el podía reflejarse en el estanque y podía observarse a sí mismo como algo que no gustaba. No era exactamente un ser dotado de belleza alguna, parecía que Dios no se había acordado de él en el momento de haberle concedido la vida.

Los patos, en cambio, no tenían nada en contra de Estradivaquius, ellos se le acercaban y picoteaban alegres sumergidos en el estanque, era como si ellos fueran mucho más amigables que los gansos.

—¿Cómo la vas pasando? —le gritaron algunos ancianos al verlo tan distraído casi recostado sobre el muro del estanque—. ¿Qué cosa se supone que estás haciendo, recostado allí, no ves que se te puede caer la mochila que llevas colgando en ese brazo? —le gritaron—

Estradivaquius respondío:

—Estoy conversando con mis ahora amigos los patos, con los gansos no se puede, ellos son un poco mala onda, y no permiten que nadie se les acerque. Se trata de unos gansos bastante renegones.

—¿Renegones, dices? —Preguntaron los anianos—. ¿Y por qué piensas que los patos son amigables ?

—Mmm... No, nada de eso. —Dijo Estradivaquius—. Es sólo que ellos no se juntan para hacerme a un lado. Además, ellos gustan de los Servicios generales distinguidos, que puedo ser capaz de hacer. —Mencionó Estradivaquius fanfarroneando un poco—.

Fue justo en ese preciso momento que el hermano de Estradivaquius a escasos metros de él, junto a sus amigos andaba silbando y silbando en busca de él. Gritando por doquier su nombre. Y justo cuando los chicos gritaron: —¡Estradivaquius! ¡Estradivaquius!... Estradivaquius apenas escuchó el llamado se detuvo y esperó y esperó por varios minutos. Esperaba un "<<—¿Dónde estás Estradivaquius querido>>, <<— vuelve, que quiero verte. >>, <<—¡Te quiero mucho!>>, pero nada de eso ocurrió y en medio de su desidia. En su asustada mirada intuyó que nunca había sentido que lo querían y se sintió tan solo que en su asustada mirada hacia sí mismo intuyó que nunca había estado tan lejos que estando cerca. Por tanto Estradivaquius escuchó el silbido de llamado, pero, se dio la vuelta y se fue alejando en dirección opuesta. Luego se detuvo, poniéndose a una muy buena distancia de las llamadas y se sumergió en el estanque del parque para nadar un rato regresando con los patos.

En un determinado momento descubrió que en el interior del estanque vivía otro chico como él y bastante común, "algo feito", tal vez. Y muy "pelucón" para su gusto. De pronto sintió que se llevaba bien con él a pesar que se trataba de un muchacho feo con algo de acné y una ceja bastante espesa que casi se juntaba con la otra. Pero el hecho que este muchacho no le increpaba nada acerca de si mismo, le hizo creer que de un modo u otro había encontrado a alguien que podía ser su amigo, que sí se interesaba por lo que hacía y se le veía muy interesado en cada cosa que él realizaba. Y de pronto se vio haciendo un motón de piruetas y gestos raros. Eso lo alegró tanto... que parecía que su alma daba brincos por vez primera. "Había encontrado a un amigo".

Estradivaquius ya estaba cansado de seguir sintiéndose insatisfecho con todo y con todos. Por lo general siempre terminaba no encajando en ninguna parte. Había por ello perdido la falta de interés en la escuela, con los amigos y ya nadie ni nada le parecía atractivo, lo cual lo conducía a la modorra, apatía y hastío, lo que lo conllevaba al aburrimiento en todo su esplendor. —En otras palabras Estradivaquius estaba aburrido de estar aburrido—. Precisamente por ello es que se pasaba horas de horas sin hacer nada, escondido en la cochera de su casa. La vida se había tornado monótona y gris hasta este preciso momento en el que Estradivaquius creía haber encontrado a esa persona especial que todo chico tiene: un amigo.

Luego de algunos minutos descubrió que ese amigo era mudo. Era la primera vez que conocía a un chico mudo que no sabía hablar y de pronto se dijo que si ya de por sí él era; desde ya, considerado rarito por ser como era, pues que más daba que su nuevo amigo sea mudo... Estradivaquius se quedó contemplando el interior del estanque y se dio cuenta que cada que el se alejaba el muchacho mudo desaparecía, por ello se vio obligado a manifestarle confianza, y para eso no le importó meterse en la pileta del estanque ante la mirada extraña de la gente. Pues se había propuesto ganarse a ese único amigo... Por tanto, decidió regresar al estanque y esperar al chico. Cuando el agua se aquietó pudo ver que nuevamente el muchacho había regresado, y cuando estuvo a punto de saludarlo... De su boca salió un incrédulo "¿Eh?". Estradivaquius recién acababa de notar que el mudo tenía colgando del mismo lado del hombro que él una mochila en el brazo. Era una mochila idéntica.

Lo que ocurrió luego fue difícil de comprender, sin embargo debemos de contarlo. Pues, si bien era cierto que Estradivaquius tenía una opinión personal de sí mismo. Esta era bastante exacta. Por cuanto era capaz de identificarse como un ser inferior, que no era ni grande ni pequeño, sino más bien, uno mediano. Y sin ser exactamente un juez de sus propias capacidades. Sabía perfectamente que tipo de conductas debía de imitar y cuáles no. Por otro lado era consciente que no se distinguía precisamente por ser un 'jovencito hábil en los deportes, ni mucho menos en el fútbol o en las carreras, pero sin embargo, era más rápido que el chico más rápido de la cuadra. Por otro lado, no era ningún tonto, si bien no era un científico, al menos sabía contar hasta el veinte y sabía calcular con bastante certeza que era mucho y qué tanto era poco.

Definitivamente no era ningún tonto a pesar que siempre le insultaban por no entender siempre todas las cosas.

Aún así, todos esos conocimientos a su criterio no tenían demasiada importancia para Estradivaquius. Lo principal que él sabía era que de alguna manera lo que constituía su más grande y principal motivo de orgullo era nada más y nada menos que su capacidad de atención para apreciar los detalles de las cosas y recordar atentamente y sin temor a errar cada característica de ciertas cosas, razón que le hacía un gran artista, pues secretamente él solía dibujar en el piso sobre la tierra con una varita, o en las últimas páginas de sus cuadernos y luego lo borraba, pues no quería que se burlaran de lo que podía llegar a ser capaz de plasmar. Como sea, él estaba convencido que era nada más que una simple persona, que aunque, muy común, compensaba sus defectos con ser inteligente a su manera. Y mucho más sabio para cierto tipo de cosas que el común de muchos muchachos. Con ciertas limitaciones, claro esta. Pues era tartamudo, y bizco de un ojo. Y aunque su rostro no era precisamente el de un ángel, al menos era el único rostro que tenía. Y de alguna manera él era tan listo como su padre que en paz descanse.

Por eso se quedó algo pensativo pensando en hacerse amigo de esa persona que había encontrado. Por vez primera, había alguien que no se burlaba de él ni le había tratado mal a la primera, ni mucho menos se había alejado de él como lo hacían casi todos.

Posteriormente pensó mucho en la coincidencia que tanto el mudo como él llevaban una mochila por Servicios generales distinguidos idéntica... y dándole vueltas al asunto descubrió que ese chico era exactamente igual a él porque era él. Aunque se reconocía a sí mismo como alguien alguito más guapo. Y aunque se apenó de descubrirse tal como era, pues él no era del tipo de persona que se mirara nunca a un espejo porque nunca quiso ver como era su físico ¿por cobardía, tal vez? Y de alguna manera, agradeció a los patos que lo hayan aceptado tal como era en realidad. Y de inmediato salió del estanque y se exprimió como pudo la camiseta y los pantalones. Y gritó a su imagen: "—¡Adiosito, ya debo de irme a mi casita!.

—Cuac, cuac, cuac... —Graznaron los patos para júbilo suyo.

Y mientras se alejaba iba pensando que realmente los patos eran animales bastante amistosos, aunque se sentía abrumado por una absurda melancolía. Pues él se sabía algo mejorcito de lo que acababa de descubrirse en el espejo de agua.

A la vuelta de la esquina, del estanque, ya venía un grupo de gansos con las alas abiertas en señal de pelea con un acostumbrado "sch, sch, sch, sch". Luego pensó que a lo mejor lo que sucedía era que los gansos le tenían miedo.

—"¡Ya te daré ganso estúpido, y así aprenderás en una que no se deben de burlarse de los defectos de las personas!" —vociferaba Estradivaquius mientras los veía acercarse. Pronto descubrió con alegría que los gansos se dirigían hacia su nido con toda su familia. Al parecer sólo se estaban despidiendo en idioma ganso.

Y luego palpó la mochila que llevaba sobre los hombros y en silencio se levantó del césped en el que estaba sentado y se internó entre los arbustos y al intentar regresar a su casa cayó en cuenta que; "estaba completamente solo", pero eso no era lo peor. Lo peor era que no recordaba como llegar a su casa. Algunos metros hacia adelante divisó a una niña haciendo sus deberes escolares junto a su loro. Se trataba de un loro bastante grande. Recién conocía a uno en persona. Era como las palomas pero verde. Y al poco rato sobre ellos sobrevolaban una bandada de loros sobre el parque, volaban recto y sostenían conversaciones en su propio idioma. —Como ustedes saben, nosotros no podemos aprender el idioma de ellos, en tanto que ellos si pueden aprender el nuestro.

Ya casi atardecía y lo más hermoso era que el cielo estaba siempre azul. Salvo por la noche, claro. Pero incluso de noche el cielo era muy, muy brillante. eso se debía a que las estrellas y la luna eran más grandes. La luna estaba de espaldas, como si se meciera en una cuna. Y lo lindo era que cuando estaba llena, uno podía leer a su luz y los árboles arrojaban pequeñas sombras, mucho más claras que las de un día gris.

Porque el cielo estaba siempre azul y el clima era muy caluroso, las casas no tenían ventanas, sino simplemente agujeros. Así como lo oyen. Para que iban a tener las casa ventanas si siempre había sol y esta el tiempo cálido. Cada vez que llovía, bastaba con bajar las persianas. Esto hacía que las casa se pusiesen oscuras, como de noche, pero en el pueblo de Estradivaquius casi nunca llovía, y al cabo de unas horas el cielo volvía a ponerse azul...

Después de dar algunos pasos más se acercó por inercia hacia la niña de mochila rosa y se sentó junto a ella curioseando lo que hacía en su cuaderno. Pudo recién observar que ella escribía y luego inmediatamente borraba. Se trataba de ejercicios matemáticos. Y el aroma a pizza que traía esa cajita personal que se encontraba al lado de ella sin abrir le despertó el apetito, así es que observó un momento más con deleite esa caja, casi adivinando el sabor de la pizza. Y sin que la niña se diera mucha cuenta Estradivaquius estuvo espiando la hoja de su cuaderno.

Luego de un momento dijo: "—Eso que estás escribiendo allí está muy mal. La solución de 4(a+2b) jamás en la vida puede ser 4a+6b. Fíjate bien, lo que debes de hacer es multiplicar el factor externo a los paréntesis por cada uno de los otros factores de modo separado. Si lo haces de ése modo. Eso te dará 4a+8b

—¡Raios! Nunca lo habría entendido. Eres justo lo que me hacía falta. Ahora sí que no entiendo nada de nada. Arrojó su cuaderno hacia el césped y se dispuso a abrir su cajita de pizza. Se trataba de una pizza con abundante jamón y algo de piña y algunas especies.

—¿sabías que el jamón no es muy saludables que se diga?

—Lo sé y no se trata que sean saludables sino que sepa agradable al gusto. Eso es lo único que me importa.

—En verdad me sorprendes, ¿Cómo supiste que se trataba de una pizza de jamón?

—¿Qué importancia tiene? —Dijo Estradivaquius y cogió una porción de pizza.

— Lo importante es que sea agradable y el resto casi no importa.

—Aunque no tenga mucha importancia, esta deliciosa—Dijo Estradivaquius y cogió una segunda porción de pizza... Conversaron por un largo rato. Luego de ello acompañó a la niña por el camino que tenía a su casa y caminando recordó el camino a la suya.

Entonces, se fue por esa misma ruta por la que había salido temprano en compañía de los amigos de su hermano y se quedó callado todo el camino. Después de todo, se dió cuenta que no siempre la vida es tan terrible y que siempre hay alguien que podría ser un amigo.

Y mientras iba de camino a su casa descubrió que hay gente que tiene los pies marrones o negros pues muy cerca a él vio caminar a niños de piel de color oscura, descalzos y comprendió que todas las personas son distintas pero pese a ello tienen distintas particularidades que las hacen especiales.

Y mientras pensaba esto se decía que la piel no es más que la cáscara, y no es más gruesa que la piel de una manzana, por ejemplo. Sin embargo debajo de ella, todos tienen lo mismo. Y eso lo pudo comprobar cuando observó el raspón que el niño que iba con su hermano se había hecho en la rodilla. Esa pierna como todas las piernas eran precisamente iguales, pues por debajo todas las piernas, —la tuya incluso—, es de color rojo por dentro. Y esto lo podrás averiguar si te caes y raspas... Y siguió su camino a casa mucho más contento.

Y cuando ya estuvo en casa vió a un gato atigrado, se acercó a él y lo levantó. Y se dijo: Eres muy hermoso y tenía la piel rayada. Tenía una sola oreja. Y pensó que él jamás había visto a un gato con una sola oreja. —Podría contarles un montón de cosas sobre él, porque nos hicimos muy amigos, yo y este gato de una sola oreja—. (Pero no es el momento). Debo decir que es un gato macho. Es posible saber inmediatamente cuando un gato es macho: los gatos machos tienen la cabeza mucho más grande y algo ancha.

Todo lo que les he contado aquí es verdad, pues es muy cierto que Estradivaquius entendió que era más que especial e igual a su modo a muchos otros ciudadanos del mundo, como él, como tú o como yo.

Es verdad que la piel es mas delgada que una cascara de manzana, y que debajo de ella toda la gente es igual.

Es muy cierto que el cielo es azul en el pueblo de Estradivaquius y que además la Luna está echada de espaldas y se puede leer a su luz.

Por otro lado, es muy cierto que los loros pueden aprender nuestro idioma, pero nosotros no podemos aprender el de ellos .

Y no hace falta ser muy inteligente para saber todo esto. Pero si quieren saber acerca del gato con una sola oreja, deben venir y preguntarme a mí, porque muy poca gente en este mundo se ha encontrado con un gato con una sola oreja, aunque hay una isla en la que los gatos carecen de cola. No hay un solo gato allí que tenga cola. Ése es un hecho que pueden verificar con cualquier persona, Y lo que es más, se trata de una isla totalmente diferente a todas las islas cercanas a nosotros.

*Escrito por: Esperanza Renjifo*
*Lima - Perú*
*Todos los derechos reservados*
© All Rights Reserved