El País de las Fantasías V
En el bosque septentrional, los cristales de cuarzo emanan de la base de los árboles y las copas tiltinean como monedas de bronce agitadas por el viento del otoño. La noche ha sido mansa, pues el cielo acolchado de nubes frenó el gélido aliento del crespúsculo, y aquel tronco caído hueco ofreció al mago oportuno cobijo en las tinieblas. La luz de un nuevo día reanima su voluntad en la travesía. De forma insólita, la nocturna bruma residual mezclada con el rocío matinal no reposa a ras del suelo, sino que se arrastra y se enrosca entre las ramas de los árboles con sibilina parsimonia. Obnúbila estampa onírica. En el suelo del mismo bosque, no hay ramas rotas ni vástagos sueltos. El terreno está cubierto por un tapiz de terciopelo ocre otoñal, de fino musgo anciano durmiente. Las piñas de la arboleda no son sino gemas, de diferentes tamaños y tonos, otorgando a la foresta unos resplandecientes destellos hipnóticos, como una sinfonía cromática interpretada por la más natural filarmónica. Una danza armónica con la luz de los soles que se filtra a través del follaje.
Eventualmente, el sendero continuado por el mago desciende hacia una garganta quebrada y allí se topa con la entrada de una oscura caverna. Decidido, se adentra en ella.
La cueva posee una enorme vibración energética. La siente nada más entrar en ella. Continúa avanzando por el túnel que tiene ante sí, que va descendiendo hacia estancias más profundas. Las grietas de las rocas del techo permiten bucear a los intrépidos rayos de luz del exterior, que batallan con la oscuridad de la gruta en noble empresa. La humedad interna alimenta a las trepadoras de las paredes, el musgo y los líquenes meditan en silencio. Un estrecho pasadizo aledaño desemboca en la maravillosa cámara principal, el corazón de la caverna.
Abundan en esta sala enormes cristales de todos los colores y matices. Las geodas parecen derretirse por los muros formando escaleras de diamante arcoiris. El vidrio pétreo dibuja extrañas figuras de ensueño. La geometría pura, asimetría sagrada, reina en el Salón de los Cristales. La vibración subyacente aquí es ciertamente notable. Esferas de alguna desconocida sustancia mineral parecen flotar sobre la cabeza del mago, suspendidas por finas estalactitas de cristal que...
Eventualmente, el sendero continuado por el mago desciende hacia una garganta quebrada y allí se topa con la entrada de una oscura caverna. Decidido, se adentra en ella.
La cueva posee una enorme vibración energética. La siente nada más entrar en ella. Continúa avanzando por el túnel que tiene ante sí, que va descendiendo hacia estancias más profundas. Las grietas de las rocas del techo permiten bucear a los intrépidos rayos de luz del exterior, que batallan con la oscuridad de la gruta en noble empresa. La humedad interna alimenta a las trepadoras de las paredes, el musgo y los líquenes meditan en silencio. Un estrecho pasadizo aledaño desemboca en la maravillosa cámara principal, el corazón de la caverna.
Abundan en esta sala enormes cristales de todos los colores y matices. Las geodas parecen derretirse por los muros formando escaleras de diamante arcoiris. El vidrio pétreo dibuja extrañas figuras de ensueño. La geometría pura, asimetría sagrada, reina en el Salón de los Cristales. La vibración subyacente aquí es ciertamente notable. Esferas de alguna desconocida sustancia mineral parecen flotar sobre la cabeza del mago, suspendidas por finas estalactitas de cristal que...