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El Guardian de Drathmoor
En el oscuro reino de Malduvian, más allá de las sombrías montañas de Kaledor y los tenebrosos bosques de Eldrith, moraba una bestia temida por todos: la Quimera. Con cabeza de dragón escupefuego, cuerpo de león robusto y cola venenosa de serpiente, su sola mención sembraba el pavor en los corazones más valientes.

La leyenda cuenta que fue creada por la hechicera malvada Lynara, como guardián de su fortaleza en las ruinas de Drathmoor. Cualquiera que osara acercarse en busca de los tesoros místicos de Lynara debía enfrentar primero a la Quimera, cuyo aliento podía calcinar un bosque entero y cuya mordida podía pulverizar el acero.

Durante siglos, muchos caballeros y mercenarios intentaron dar caza a la Quimera, atraídos por la gloria y las riquezas que supondría derrotar a tal monstruo. Sin embargo, cada intento terminaba en desastre; el monstruo no solo era fuerte sino también astuto, y conocía cada rincón de su dominio sombrío.

Una noche sin luna, llegó al reino un joven llamado Eylan, un cazador de bestias de pequeña fama pero gran corazón. Eylan había estudiado las historias y sabía que la fuerza bruta no bastaría para derrotar a la Quimera. En lugar de espadas y lanzas, llevaba consigo un viejo grimorio que había encontrado entre los escombros de una biblioteca olvidada. El libro contenía un conjuro para encerrar a la bestia en un sueño eterno.

Eylan avanzó cautelosamente a través de los senderos oscuros hasta llegar a las ruinas de Drathmoor. La Quimera lo esperaba, con sus ojos brillando como carbones ardientes en la oscuridad. El aire se llenó de un calor sofocante a medida que la bestia exhalaba un susurro de llamas.

Sin embargo, Eylan estaba preparado. Empezó a recitar el conjuro con voz firme, cada palabra resonando en el aire cargado de magia. La Quimera rugió y atacó, pero en cada intento, Eylan esquivaba o contrarrestaba con palabras de poder que lo protegían como un escudo invisible.

Finalmente, cuando la bestia se lanzó en un último y desesperado ataque, Eylan pronunció las palabras finales del encantamiento. Una luz blanca cegadora envolvió a la Quimera, y la bestia comenzó a caer en un sueño profundo. Lentamente, su cuerpo se fue convirtiendo en piedra, preservado para siempre en su forma más temible.

Eylan salió de las ruinas, no como un conquistador, sino como un guardián del equilibrio entre el hombre y los mitos antiguos. La Quimera, la bestia de fuego, tierra y veneno, ahora era una leyenda petrificada, un recordatorio constante del poder y los peligros de lo desconocido en el mundo de Malduvian.


© Benjamin Noir