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EL DIARIO DE LAS BESTIAS: EL SUFRIMIENTO
Jueves 15 de noviembre, 1944

Hoy, viviendo este fabuloso sueño que tengo la fortuna de llamar real, me dispongo a registrar nuevamente, un día perfecto. Comienza como siempre con mi omnipresencia en las almas de este macabro mundo, experimento de nuevo, el dolor de un pez que muere despedazado mientras intenta escapar de los afilados dientes de su depredador, escucho el lamento de una niña que no recibió la muñeca de trapo que pidió para su cumpleaños. Podría describir los millones y millones de momentos que siento en un solo instante, pero, decido dejar que mi propia esencia fluya de manera natural entre la multitud de seres, para poder enfocarme así, en los sucesos que hacen de este, un día perfecto. La niebla nubla la vista de los niños, y confunde los agitados corazones de los adultos, mientras el odio permanece en las almas de mis preciados soldados, aquellos que siguen las ordenes de un solo hombre, un pintor austríaco frustrado que decidió responsabilizar del fracaso de su nación a un pueblo inocente, que con carisma y devoción comunica su símbolo de exterminio masivo, e influye en la mente de todos sus seguidores, ese odio que se contagia de manera tan rápida y eficaz como lo hizo la peste negra en su momento, es el que motiva a mis fieles lacayos a cumplir con las órdenes de sus generales, enviar a las cámaras a una sección de los judíos. Comienza entonces el festín, el pánico se mueve entre las habitaciones repletas de humanos intentando esconderse y huir del lugar, tratando de sortear su destino. ¡Inefable es la expresión de sus rostros y los gemidos de su alma! No puedo describir cuan satisfecho me siento después de sentir como consumo la esperanza y paz de sus espíritus. Después de retener a los insubordinados, y exterminar a quienes intentaron pasarse de listos, es hora de continuar, pasean por el campo los afortunados. En la habitación queda un niño manchado con la sangre de su padre, quien resistiéndose a su condena causó múltiples heridas en su brazo con las barandas del camarote al cual se aferraba. Diría que es una pena, pero incluso las peores bestias pueden llegar a ser honestas, como es mi caso, y no puedo esconder la fascinación que me inundó al ver los ojos de aquel pequeño, observar la sangre desprenderse de la piel de su progenitor. Tampoco puedo evitar fijarme en su expresión, en las lágrimas que escurren de sus ojos mientras grita desesperadamente a donde llevaron a su padre ¿Somos malos? Después de todo, de algo deben comer las bestias, y las muertes de estos 60 hombres no significan nada, comparadas con el intachable propósito de crear al superhombre y preservar la raza aria. Veo las partículas de gas salir de la válvula instalada en la cámara en fracciones de segundo, mientras, los rostros de los hombres pasan de suplicarle al cielo a gritarle a la tierra, te confieso que es pequeño y corto mi papel en comparación al de las demás bestias, sin embargo, creo firmemente que de todas, a mí se me ha encomendado la parte más placentera, aunque fugaz, una vez el gas termina de esparcirse mi trabajo termina y le cedo mi puesto a la muerte que como siempre viene dubitativa y consternada, puedo afirmar, querido diario, que hoy fue un día perfecto, y que, a diferencia de los humanos, yo jamás terminaré de encontrar placer y asombro en estos cortos pero eternamente placenteros instantes, de los cuales, mi esencia se alimenta.
Extremadamente satisfecho: El sufrimiento

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