Encontró el sendero después de estar perdido, pero la oscuridad ya había calado en su alma. La desesperación lo llevó a un lugar sin retorno, donde la línea entre la vida y la muerte se desdibujaba. En un instante de supervivencia, se vio obligado a enfrentarse a su peor pesadilla y tomar decisiones que marcarían su destino para siempre.

El peso de sus acciones lo consumía, transformándolo en un ser irreconocible. Sabía que la sociedad no entendería su lucha por sobrevivir, que lo condenaría sin escuchar su historia. El estigma del asesino lo envolvía, sellando su destino con un veredicto cruel e implacable.

En la penumbra de su celda, enfrentaba su destino con resignación, sabiendo que la inyección letal sería su última morada. El mundo que una vez conoció había desaparecido, y en su lugar quedaba un eco de lo que alguna vez fue. Sin epílogos ni moralejas, solo la sombra de un hombre perdido en las profundidades de su propia oscuridad.