"La Carcelera de Obsidiana"
Lysandra, de cabellos plateados como la escarcha del Tártaro y ojos rojos como el fuego infernal, no era una mujer cualquiera. Hija ilegítima de Ares, Dios de la Guerra, heredó su crueldad y la belleza desgarradora de su madre, una ninfa condenada al inframundo por un amor prohibido. Su destino, una prisión de obsidiana en el corazón del reino de Hades, donde vigilaba las almas más perversas con una fría eficiencia. Su compañero: Cerberus, un sabueso infernal retorcido y monstruoso, con ojos de brasa que parecían penetrar el alma. No era un Cerbero cualquiera; este era de una estirpe olvidada, alimentado por la desesperación y el sufrimiento de los condenados.
Su tarea era sencilla, pero espantosa. Cada noche, las sombras se agitaban en la prisión de obsidiana, sus muros cubiertos de jeroglíficos sangrientos que susurraban maldiciones. Las almas atormentadas arañaban la obsidiana, implorando un descanso que nunca llegaría. Lysandra, inmune a sus gemidos y lamentos, los mantenía en orden con un látigo hecho de la misma oscuridad que habitaba en sus ojos. La crueldad en su mirada era legendaria, pero en la oscuridad de su corazón, una fractura de compasión yace dormida.
Una noche, sin embargo, un nuevo prisionero llegó: un mago rebelde cuyo poder amenazaba con desatar el Caos. Sus encantamientos resonaban en la prisión,...
Su tarea era sencilla, pero espantosa. Cada noche, las sombras se agitaban en la prisión de obsidiana, sus muros cubiertos de jeroglíficos sangrientos que susurraban maldiciones. Las almas atormentadas arañaban la obsidiana, implorando un descanso que nunca llegaría. Lysandra, inmune a sus gemidos y lamentos, los mantenía en orden con un látigo hecho de la misma oscuridad que habitaba en sus ojos. La crueldad en su mirada era legendaria, pero en la oscuridad de su corazón, una fractura de compasión yace dormida.
Una noche, sin embargo, un nuevo prisionero llegó: un mago rebelde cuyo poder amenazaba con desatar el Caos. Sus encantamientos resonaban en la prisión,...