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Dockweiler 7:30
El sonido de los splits de los aires acondicionados escupiendo pingüinos adormecidos que rellenaba el hueco silencio de la sala de esperas me comenzaba a laxar los sentidos hasta el punto en el que me era difícil mantener pensamientos coherentes.

Hace poco, justo cuando yo llegaba, Claudia se retiraba del hospital con Nelsito e Isa. Tío Rolin apareció poco después y se volvió a ir dejándome solo nuevamente.

Hace como un día, gracias a los santos y a una potente inyección de corticoides de efecto retardado, dejó de dolerme la ingle. El cálculo del riñón hizo estragos, sinceramente creí que iba a perder el pene por los calambres testiculares. Tanto tiempo en el gimnasio y horas de tragar videos de YouTube sobre nutrición para llenarme de piedras los órganos, ah, la hipocondría.

-Te divierte la ironía, no? -le pregunté.

-Admito que lo encuentro entretenido. Ustedes los humanos se siguen creyendo inmortales. No me hagás comenzar a hablar de ello.

-No me imagino lo que debe ser acompañar a la humanidad desde sus albores y ver qué después de millones de años de evolución biológica nuestra comprensión de nosotros mismos ha crecido lo que un microbio.

-Comparado con La Eternidad. No te menospreciés tanto. Tienen mucho por recorrer.

Quise reflexionar sobre esa última frase, pero lo único que me mantenía despierto era un "bip" que sonaba a cada rato y la puerta del ascensor que se abría y cerraba cada que aparecía un doctor o familiar de la otra persona que estaba en terapia.

-Voy al baño, ya vengo.

Asintió y volvió a posar la cabeza sobre el muro. La capucha se le movió hacia atrás exponiendo sus cadavéricas facciones.

Admitir que su presencia me perturba menos con el pasar de los días. Hace tres años que no podía ni escuchar sobre ella, me descomponía completamente, era el Lord Voldemort de mi historia.

Supongo que es una etapa, sobre todo después de terminar una desastrosa relación amorosa.

Luego de volver a la sala de esperas y haberme quedado absorto con la elegancia de los azulejos y la grifería del baño del hospital Él ya se había retirado. Probablemente a cumplir su trabajo en otra sala.

-Sabés que siempre estoy cerca tuyo, no?

Hice una mueca de resignación.

-Tengo hambre. Creo que me voy a la casa -Repliqué.

Estuve tentado a preguntarle de nuevo cuánto faltaba pero la respuesta siempre era la misma: "Cuanto tenga que faltar".

-De serte sincera Él tampoco me deja saber con tanto tiempo de anticipación.

El murmullo empezó a crecer dentro de la sala de espera a medida que llegaban más familiares de los pacientes.

No pude entrar a la sala de terapia. No sé si por la ansiedad, o el miedo de verme a mí mismo en el lugar de ella.

Ahí, a donde todo ser vivo está destinado a parar.

© J.Lu