Quizás era el whisky barato que le embriagaba con el recuerdo de su difunta esposa, o quizás el hecho de que llevaba tres años sin que su hijo le hablase después de que se emancipara.
Lo único que sabia era que el revolver estaba en la mesa y quedaba una bala...

Los segundos se hacía minutos, los minutos horas, y la única voz que le hablaba estaba en su cabeza susurrándole que tomara la salida más rápida para dejar de sentirse desesperado y hundido.

La brisa otoñal que se colaba por la ventana de la cabaña solo acrecentaba el sentimiento, después de todo, ya no podía decir que pudiera perder algo más.
© tazzmaniac