Tríada: Capítulo 01 - El Bosque
Entreabrir los ojos y notar un influjo de confusión, producto de la vastedad circundante, fue aplastante para la estabilidad de mi conciencia. La sensación de desamparo se agudizaba con una punzada. La espesura del bosque inhabilitaba toda capacidad para identificar el paraje o para dar con algún punto de escape. Desde el ángulo donde me hallaba, la verticalidad de los árboles se extendían como titanes intentando asolar el poco cielo que podía entrever.
El sol ultimaba la tarde, el resplandor consecuente dábale a la enramada —escasa de hojas pero enmarañada—, motilidad ilusoria, como si tomara conciencia y tramara la confabulación. Transcurrieron horas —creo—; la calidad de la temperatura me afectaba hasta causar la humedad, calando en mis ropas; el apuro con placerme con el calor convino como un ruego ignorado.
Desbocando en extraña naturalidad, el bosque reclamaba todo elemento dentro de sus límites; para ese entonces, mi ánimo no alcanzaba a rebelar síntomas de oposición. Además de experimentar la instigación de la penumbra estrechando el entorno, también el silencio recóndito y sobrenatural obró como pieza de suspicacia.
Con la ascensión de que algo causaba el desconcierto, el arribo de tres figuras plantearía el argumento para el pánico. Sin acertar la naturaleza de las formas materializadas, pues demostraron, a medida que se acercaban, una atípica flotabilidad en su desplazamiento.
¿Desvarío? Mi certitud no parecía estar abierta ante las presencias que actuaban fuera de los patrones de la realidad.
#Microrrelato #FolkHorror #Horror
El sol ultimaba la tarde, el resplandor consecuente dábale a la enramada —escasa de hojas pero enmarañada—, motilidad ilusoria, como si tomara conciencia y tramara la confabulación. Transcurrieron horas —creo—; la calidad de la temperatura me afectaba hasta causar la humedad, calando en mis ropas; el apuro con placerme con el calor convino como un ruego ignorado.
Desbocando en extraña naturalidad, el bosque reclamaba todo elemento dentro de sus límites; para ese entonces, mi ánimo no alcanzaba a rebelar síntomas de oposición. Además de experimentar la instigación de la penumbra estrechando el entorno, también el silencio recóndito y sobrenatural obró como pieza de suspicacia.
Con la ascensión de que algo causaba el desconcierto, el arribo de tres figuras plantearía el argumento para el pánico. Sin acertar la naturaleza de las formas materializadas, pues demostraron, a medida que se acercaban, una atípica flotabilidad en su desplazamiento.
¿Desvarío? Mi certitud no parecía estar abierta ante las presencias que actuaban fuera de los patrones de la realidad.
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