Cuando era joven, y estaba llena de esperanza por el futuro, solia ser descuidada.
Por estaba llena de inocencia y la energía que nacia en mi la dejaba salir en lo que verdaderamente quería.
Pero ahora, que me han arañado por todo y he sentido los dolores de este mundo, puedo ver todo con claridad.
Y es que nada realmente importa si vemos atrás.
Por qué no hay que sentirse culpable por lo que alguna vez hicimos o por lo que alguna vez sentimos.
Por qué nuestras alas evolucionan con el tiempo.
Y es que está electricidad dentro de nosotros llega a afectar a los demás.
Por qué nosotros no somos iguales todo el tiempo.
Podemos llegar a ser las mejores versiones de nosotros mismos.
Dar los mejores pasos al futuro o dejar nuestro cuerpo en el pasado.
Y es por eso que nada realmente importa, por qué no importa que tan lejos nos allamos ido, no podemos olvidar los daños, si no podemos estar conformes con todo ello.
Y esa luz que nos dan podemos hacer que crezca hasta hacernos más brillantes que los diamantes.
O ser una bombilla que solo es encendida cuando nosotros lo deseamos.
Y todo lo que doy y dejo ver de mi es parte de lo que verdaderamente importa en esta vida.
Por qué lo que verdaderamente importa no es que tan fuerte allá sido tu pasado o de donde seas.
Lo que importa ahora es el presente y el mañana.
Por qué las manchas del pasado pueden resonar todo el tiempo.
Pero nosotros somos los que decidimos si escucharlas o no.
Y el amor que nos tenemos puede hacernos crecer grandes y fuertes.
Libres y con un espíritu viajero para ver todo este increíble mundo que nos rodea.
Y puede que seamos únicos y abstractos.
O seamos todo otro igual en la gran multitud.
Pero eso no quita que somos lo que somos.
Y con eso me conformo.