En un mundo sombrío y desolado, me hallaba atrapada en un torbellino de odio hacia todo lo que me rodeaba. Cada día, mi corazón latía al ritmo de la amargura que inundaba mis pensamientos. La belleza de la naturaleza me resultaba inexistente y las sonrisas de las personas eran como cuchillos afilados.

Mi búsqueda para escapar de esta maraña de odio parecía en vano. Cada paso que daba hacia la redención me arrastraba más profundamente hacia el abismo de la negatividad. Mis intentos por encontrar una salida solo aumentaban mi sentimiento de desesperación.

El odio me consumía, moldeando mis interacciones y decisiones. Cada vez que trataba de acercarme a alguien, mi hostilidad alejaba cualquier posibilidad de conexión. Cada intento de comprender o encontrar algo bueno era aplastado por la oscuridad que habitaba en mí.

A medida que avanzaba en mi búsqueda, el odio se volvía más sofocante. Mi mente se llenaba de pensamientos venenosos y mis acciones reflejaban una intensa aversión. Me hallaba atrapada en un ciclo destructivo, donde cada día mi ira y resentimiento crecían más, absorbiendo cualquier rastro de empatía o comprensión.

La soledad era mi única compañera constante, ya que mi incapacidad para dejar atrás mi odio alejaba a cualquiera que se acercara. A medida que me hundía más en este abismo, la idea de liberarme se volvía cada vez más ilusoria. El odio se convirtió en mi identidad, en mi única razón de ser.

En algún punto, me di cuenta de que mi obsesión por el odio me estaba destruyendo. Pero a pesar de mis intentos de romper las cadenas que me aprisionaban, parecía imposible escapar de la vorágine de sentimientos negativos. Cada intento solo me sumía más profundamente en la oscuridad, hasta que ya no quedaba rastro de la persona que solía ser.

Mi historia de odio consumió todo lo que alguna vez fui. No hubo liberación ni redención. Solo quedó la tristeza de una vida desperdiciada en un abismo de negatividad.

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Ficción

© 2023 Alice InWonderland