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Wendigo
Era una noche oscura y fría, las nubes tapaban la luna y los mochuelos cantaban lentamente. De pronto, se fue la luz de la cabaña y, entre maldiciones, tuve que levantarme a ver los plomos, pero me fue imposible, luego recordé que mi padre tenía unas viejas linternas guardadas en el cobertizo así que sin pensármelo mucho, abrí la puerta y salí al oscuro bosque invernal. Cuando estaba, más o menos, a medio camino entre la cabaña y mi destino, escuché un fuerte ruido que venía del bosque y, tengo que admitir, que me asusté. Temblando de miedo pregunté si había alguien, un tópico que nunca pasa de moda, lo que me sorprendió fue que alguien me contestó "Sí, Maika estoy aquí" reconocí la voz en seguida, era Zoe llorando. Ella era mi vida, lo daría todo por esa pequeña, por lo que, corriendo, me metí entre los árboles, preguntándole dónde estaba, pero la pequeña no me contestaba, solo seguía llorando y repitiendo mi nombre una y otra vez. Agotada, paré en seco y me di cuenta de que yo también estaba perdida, en ese instante, jadeando entre el más absoluto silencio, recordé que Zoe se había quedado con su madre en casa, a miles de kilómetros de aquí, así que era imposible que pudiera llegar sola hasta ese bosque, a parte, al día siguiente tenía una obra de teatro que no se podía perder. No lo entendía, mi cabeza buscaba alguna explicación razonable a lo que acababa de pasar, pero no encontró ninguna. Lamé por Zoe una última vez y escuché una voz detrás mía, justo detrás mía, "Maika, vas a morir" me giré de inmediato y vi a un horroroso ser mirándome con sus pequeños ojos brillantes. Corrí lo más rápido que pude hacia ningún sitio en concreto. Estaba tan asustada que no pude evitar gritar cuando choqué contra algo, en principio pensé que era un árbol, luego sentí como me agarraba y grité más alto aún, al final un disparo y todo recupero su silencio. Yo no entendí lo que había pasado pero, antes de desmayarme, pude ver al ser tirado en el suelo, aparentemente muerto, y a dos hombres mirando me, uno de los cuales con la escopeta aún en la mano.
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