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" Tú y yo descubriendo el placer de mis oscuros deseos´´
La luz tenue del baño iluminaba las paredes de azulejos, creando un ambiente íntimo y casi mágico. El vapor denso se elevaba de la ducha, envolviendo el espacio en una atmósfera cargada de sensualidad. El sonido del agua cayendo era un murmullo constante, casi hipnótico.
Eras tú, mi cómplice, quien me había llevado a este paraíso acuático. Tus ojos, llenos de promesas y secretos, me miraban desde el otro lado de la cortina de agua. Sin un aviso previo, decidiste dar un paso adelante, dejando caer el espacio entre nosotros. La emoción me recorrió en un torrente.
Con un movimiento suave, te uniste a mí en la cabina de ducha. Mis labios se curvaron en una sonrisa pícara al encontrar tu mirada llena de deseo. El agua caía sobre nuestros cuerpos, formando un escenario vibrante. Cada gota era una caricia, y cada segundo compartido bajo el agua se tornaba más intenso.
Te acerqué a mí, nuestras pieles desnudas rozándose con cada movimiento. Mencionaste un juego, un nuevo descubrimiento. "Hoy exploraremos los rincones más oscuros de nuestras fantasías", dijiste, mientras tu mano se deslizaba lentamente por mi costado, provocando escalofríos que se esparcían por todo mi cuerpo.
Tus dedos comenzaron a dibujar trazos delicados en mi piel, cada toque era un mapa de deseo. El agua resbalaba, haciendo que cada caricia se sintiera aún más intensa. Las sensaciones se multiplicaban. La calidez del agua, la frescura del aire, y esa tensión palpable entre nosotros creaban un ciclo infinito de placer.
A medida que el juego se intensificaba, tomaste la iniciativa. Tu cuerpo presionó contra el mío, y sentí cómo la fricción nos electrizaba. Cada susurro, cada risa, se convertía en un eco sonoro entre las paredes húmedas. Bañados en agua, comenzamos a explorar. Tus manos atraparon mis caderas, deslizando suavemente hacia arriba, mientras tu boca recorrió mi cuello.
El sabor del agua y de tu piel mezclados se volvieron un elixir irresistible. Mis suspiros se convertían en gritos ahogados, mientras absorbía cada segundo de ese encuentro tan lleno de pasión. En ese lugar íntimo, estábamos solos, y el mundo exterior desapareció.
"¿Te gustaría experimentar el placer de estar a la orilla del borde?" me preguntaste, tu voz seductora resonando sobre el sonido del agua. Y, sin pensarlo dos veces, asentí. Era el momento de dejar fluir nuestras fantasías más profundas.
Dejando que las aguas danzaran en nuestro alrededor, te llevé a la pared de la ducha. La intensidad creció mientras tu cuerpo se encontraba presionado contra el azulejo frío, contrastando con el calor que emanaba de nosotros. La emoción del momento, la vulnerabilidad, y la audacia de pecar bajo el agua nos atrapaban por completo.
Cada beso se volvía más voraz, y tus manos exploraban audaces cada rincón. La deliciosa combinación de agua y piel creó una sinfonía de sonidos y sensaciones. Sentí cómo mi cuerpo respondía a tus caricias, y el deseo se convertía en un torrente imparable.
Tú y yo, inmersos en un juego de roles, escapábamos de la realidad. Mi mente divagaba en pensamientos prohibidos mientras nuestros cuerpos se fusionaban en un baile de éxtasis. Las inhibiciones se disolvían en el vapor, y cada segundo estaba dedicado a satisfacer nuestros oscuros deseos, a descubrir la mezcla perfecta de placer y pasión. Mientras el agua caía como una lluvia cálida sobre nosotros, la experiencia se convertía en un cuadro de sensaciones. Nuestros cuerpos se movían en perfecta sintonía, desdibujando la línea entre el deseo y el placer, entre la fantasía y la realidad. Cada aliento compartido, cada gemido, era un paso más en la exploración de nuestros deseos ocultos.
En un momento culminante, el clímax nos alcanzó. Los latidos de nuestros corazones, la respiración entrecortada, el ardor de nuestro contacto, todo se fusionó en una explosión de placer que pareció detener el tiempo. Y ahí, bajo el agua que caía sin cesar, dejé de lado mis inhibiciones, entregándome por completo a ti.

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