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Arma Secreta
–Coronel, el equipo Épsilon está en posición.

–Procedan con el operativo. Capitán Rodríguez, ¿Listo para ingresar a la base enemiga?

–Copiado, señor. Listos y armados.

El equipo Épsilon al mando del capitán Armando Rodríguez, se internaba en la base secreta del grupo bio-terrorista A.S.T.R.A., luego de haber recibido información sobre una nueva arma secreta la cual tenían planeada usar los próximos meses en varias ciudades importantes del país.

La instrucción para el equipo era infiltrase en la base enemiga para desarticular su plan y hacerse con el arma. Tenerla bajo custodia para analizarla y crear un antídoto. No se sabía con precisión de qué tipo de instrumento se encontrarían, pero se estimaba, por anteriores ataques de una facción de A.S.T.R.A., que se trataba de algún virus similar al Ántrax, o una cepa nueva de COVID-19, más resistentes que las de la pandemia del 2020.

El ataque debía ser lo suficientemente sigiloso, ya que se sabía que esa noche los líderes de A.S.T.R.A. estarían realizando un ritual religioso en una localidad alejada de la base a atacar. Cosa que la dejaba un tanto desprotegida.

El capitán Rodríguez, con un cuerpo de 50 hombres armados hasta los dientes y apoyo aéreo, tensó sus músculos sosteniendo su rifle de asalto preparado para dar de baja a sus enemigos. Estaba listo para cualquier contingencia y su equipo lo respaldaba, sabía que no iba a ser una misión fácil, pero confiaba en su escuadrón.

–Proceda, capitán –Indicó el coronel Olmos.

Armando hizo la seña con las manos y su equipo inició el asalto. Sigilosos, como si de ninjas del período Edo se tratase. Se acercaron con rigor militar esperando que la facción enemiga los detectara y desatar Normandía. Sin embargo, a medida que salían de la selva espesa y llegaban a los altos muros de la base se percataron de que no había guardias de seguridad. El capitán Rodríguez informó a la base.

–Coronel Olmos. La base no está resguardada. Repito. La base no está resguardada.

El Coronel Olmos dudó por unos segundos. La información que habían recibido era que en ese sitio el arma secreta estaría protegida como la hija virgen de un rey medieval. Habían preparado el asalto durante meses para afrontar cualquier tipo de encuentro o fuego cruzado.

Un silencio incómodo se asentó en el cuartel general.

–Rodeen la base –Indicó El Coronel Olmos.

–Recibido.

Armando desplegó a sus hombres para que rodearan el lugar. Según la vista satelital e información de inteligencia, sólo existían tres entradas a la base. Una vez divididos en brigadas de tres. El Capitán indicó utilizar C4 para derribar las puertas. La orden fue dada y el silencio incómodo desapareció por los estallidos de los explosivos. Los tres grupos ingresaron a las instalaciones creyendo que encontrarían grupos de resistencia enemigos, pero para la sorpresa de todos, el lugar estaba completamente vacío. Tenían la suposición de que el lugar podría está infectado con algún virus, por lo que todos llevaban equipo de bioseguridad.

–Coronel. ¿Está recibiendo lo que estamos viendo? –preguntó el Capitán Rodríguez acomodando la cámara de su casco.

–Afirmativo, capitán. Proceda con cautela. No sabemos si esos hijos de perra están preparando una emboscada. La información de inteligencia parece no haber sido tan precisa –respondió el militar observando en la pantalla desde su asiento en el cuartel general mientras encendía su segundo cigarro.

Un dron de reconocimiento y visión nocturna que volaba arriba de las instalaciones detectó movimientos sospechosos en el ala derecha del edificio. Pero a pesar del ruido provocado por los explosivos parece que no alteró su comportamiento. Las imágenes mostraban un grupo de hombres alrededor de lo que parecía ser una fogata o algo que emitía una radiante luz.

El coronel informó al capitán la posición de aquellos hombres y rápidamente ordenó a sus hombres a dirigirse hacia allí. De tomar rehenes podrían sacarles información sobre el arma de la que tenían poca información de su paradero. Rodríguez obedeció la orden y con velocidad táctica uno de los tres grupos logró llegar primero al salón. Transmitieron por radio al Capitán que lograron ver una escena de lo más extraña.

–Señor, esto no es un laboratorio. Aquí no se podrían hacer pruebas con armas biológicas. Parece una especie de templo –indicó uno de los soldados que lideraba el grupo.

–Épsilon Beta, mantenga la posición hasta que el escuadrón Épsilon Alfa se posicione en la retaguardia del recinto. ¿Entendido Épsilon Beta? –Ordenó Rodríguez.

No hubo respuesta.

–Épsilon Beta, ¿me copia? –Volvió a preguntar por el radio.

Lo único que logró escuchar era su respiración a través de las máscaras de oxígeno, como si de una máquina de vapor se tratase.

–Coronel Olmos. No recibo señal de Épsilon Beta. ¿Tiene información de su posición?

–Rodríguez mantenga su posición hasta nuevo aviso. El dron de reconocimiento está enviando imágenes ininteligibles y con interferencia –explicó el Coronel.

Entonces empezaron a escucharse disparos a los lejos. Parece que la base no estaba tan desprotegida como pensaban.

–Coronel, escucho disparos. ¿Cuál es la orden? –Preguntó Rodríguez.

Unos gritos desgarradores acompañaban los tiroteos. Incluso el estallido de una granada indicaba que ambos bandos estaban dispuestos a todo.

Rodríguez no recibió respuesta del cuartel durante un par de minutos. Hasta que logró oír la voz del Coronel con algo de interferencia.

–…ada, Rod… retir… escucha, retirad… borten la misión, aborten…

Luego el radio sólo emitió un ruido estático.

Los disparos fueron disminuyendo y el capitán Rodríguez volvió a intentar comunicarse con el equipo Épsilon Beta y luego con Épsilon Gamma.

–Aquí Épsilon Gama, señor. Hicimos contacto con el nido, repito, hicimos contacto con el nido –Se escuchó la voz nerviosa del líder de Épsilon Gamma–. El arma no es un virus, ni una bacteria. El arma es un organismo vivo, capitán.

–¿Cómo que un organismo vivo? –Inquirió Rodríguez.

Las hélices del dron zumbaban por afuera del edificio observando por un ventanal lo que ocurría en el salón donde se encontraban los hombres y la luz intensa, que cada vez brillaba con mayor fulgor. Los cinco hombres alrededor de la luz levantaban las manos y se arrodillaban ante el brillo que se emitía mientras una especie de asta empezó a brotar de aquel fulgor, luego una cabeza de lo que parecía ser un chacal y unas alas similares a las de un murciélago gigante.

Un murmullo llegó a los oídos del capitán Rodríguez: «Inotep, Mno..hep». Cual si fuera un canto religioso. La profundidad de las voces le produjeron un repelús que nunca había sentido en toda su vida militar.

–Épsilon Gamma. ¿De dónde proviene ese ruido? Y ¿A qué se refiere con que el arma es un organismo vivio?

–Lo estoy viendo señor. Pero no va a creer esto.

El dron ahora captaba una silueta de unos tres metros de alto, alargada, con astas de ciervo, enormes alas parecidas a las de un murciélago y un rostro que no se dejaba comprender. Sólo la sombra de aquel ente se podía distinguir vagamente. Los hombres alrededor de la criatura elevaban sus manos hacia arriba y un leve temblor sacudió la tierra.

El equipo Épsilon Gama se encontraba demasiado cerca y unas enormes garras del tamaño de dos hombres no tuvieron problema en deshacerse del equipo entero, al igual que hicieron con el equipo Beta. Nuevamente el ruido de disparos se adueñó del ambiente.

Rodríguez desistió en abortar la misión, tenía, ahora, que rescatar a sus compañeros. Entonces dio la orden a su grupo para dirigirse a toda prisa al salón donde se encontraban los hombres y la criatura. Pero al llegar sólo encontraron los cadáveres de los hombres en túnicas desparramados por el suelo y al centro del salón ardía una luz violeta como si se tratara de un fuego fatuo de metro y medio de diámetro. Rodríguez reconoció los rostros de los hombres de túnicas. Eran los líderes de las principales facciones de A.S.T.R.A., aquellos que las fuerzas armadas habían buscado durante años; pero no había rastros de otro tipo de organismo. El ventanal de blindex reforzado del salón estaba roto como si alguien, o algo con una fuerza sobrehumana hubiese salido de un salto hacia afuera. En el pasillo contiguo encontraron a los demás soldados. Casi todos sin vida y algunos con las extremidades desgarradas. Sólo el soldado Chris del equipo Gamma respiraba tendido en el suelo.

–Capitan… capitán –masculló Chris, en un duro esfuerzo por hablar. Tenía el brazo roto y la pierna derecha desgarrada.

Rápidamente le aplicaron primeros auxilios vendando sus heridas e inmovilizando el brazo del soldado.

–Minothep, Minothep.

–Tranquilo soldado –Le calmó El capitán.

–Minothep, es el arma. Escapó del edificio.

–Soldado, sé que puede estar en shock, pero ¿A qué se refiere con esa palabra?

–¡Ja, ja, ja, ja! ¡Tontos! –Una risa se oyó detrás de ellos. Uno de los hombres de túnica aún estaba con vida.

–No es un virus, no es un agente tóxico. Es una fuerza que ningún poder militar terrestre es capaz de detener. Y ahora está libre en la tierra. Observe por la ventana capitán y admire el nacimiento de una nueva era, la era de los dioses primigenios, la era del despertar de los verdaderos dueños de Pangea.

Armando Rodríguez se acercó a la ventana y observó a lo lejos una tenebrosa figura posada sobre la copa de un árbol cual gárgola de un templo antiguo. Unos ojos rojos que parecían luces de tránsito se cruzaron con su mirada. Y entonces un gruñido gutural y ensordecedor hizo huir del lugar a varios animales de alrededor de la selva.

Entonces la figura desplegó unas alas enormes y salió volando en dirección a la enorme luna llena que bañaba de luz el páramo.

© J.Lu Antelo