En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques y leyendas antiguas, vivía un joven llamado Ekon Su apariencia era cautivadora y enigmática: cabello castaño oscuro peinado hacia atrás, piel clara que contrastaba con su elegante blazer negro y una mirada intensa que deslumbraba a quienes se atrevían a cruzar su camino. Sus ojos, de un profundo color violeta, eran el legado de una herencia familiar que había sido tanto una bendición como una maldición.

La historia de los ojos violetas se transmitía de generación en generación en la familia de Ekon. Se decía que aquellos que portaban ese color en sus ojos tenían la capacidad de ver más allá de lo visible: podían percibir el alma de las personas, el color que representaba su esencia y, si tocaban sus manos, desvelar el propósito de su vida. Sin embargo, esta habilidad venía acompañada de un miedo profundo; Ekon había escuchado historias sobre sus antepasados que, al descubrir los secretos de las almas, habían sido...