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Querido Diario III
Esperar a mañana es la tarea más tediosa del mundo; llevo extrañándote el día completo y me haces falta, aún pasados los cinco minutos de despedirme de ti. Por mis compromisos, debo verme obligada a enviar un simple mensaje ya de noche, al finalizar con mis actividades, y entonces espero. Observo el reloj que corre a velocidad sosegada, como si se burlase de mis apuros, como si no le importase que yo me perjudique. El sol insiste en no ocultarse, se retiene, pese a que es invierno y la mañana tiene menos horas ya. Las clases podrían ganar un Golden Oscar de "mayor lentitud educativa anual" en los Awards, y aún con ello, el tiempo danza al compás del huracán en Miami.

Me dejo llevar por la exasperación y me quejo ante La Vida.

-"Oye, ¿por qué me haces esto?"- le pregunto.

-"¿Hacer qué?"- me responde.

-"A ti, Vida, a ti te lo digo. Sabes muy bien lo que deseo. ¿Tanto es lo que pido? Quiero verlo, sentirlo, poder disfrutar de su voz, su mirada, su calor..."- le suplico yo.

-"Creo que puedo solucionar eso. Sólo cierra tus ojos y profundiza tus pensamientos"- me dice La Vida.

-"¿Que cierre mis ojos? Para qué?"- pregunto con adrenalina.

-"Sólo hazlo. Pero no recuerdes abrir los ojos. Si lo haces, todo habrá acabado".

Hago caso a La Vida y cierro mis ojos, maravillada con lo que pronto veré. Me adentro en tu mirada y observo el paraíso; las flores danzan junto a la escasa lluvia mientras la cascada golpea con violencia las rocas de la orilla del lago. Criaturas aladas viajan y vagan por entre los arbustos entonando una melodía suave que solo yo puedo oír. Los altos árboles producen frutos de todos colores inimaginables, como si compitiesen por la belleza. La rivalidad del primor.
Aquel paisaje es el que alguna vez soñé con escribir y continúo haciéndolo.

Pero mi torpeza me lleva a abrir mis ojos y, de pronto, despierto oyendo el sonido de la alarma a las 7 a.m.
Noto dos cosas importantes: la primera consiste en que el paraíso está en ti, eres aquel lugar en donde debería y deseo estar. Mirarte a los ojos es como adentrarme en ese lugar maravilloso y fantástico. Aunque dure sólo unos segundos, porque siempre olvido no abrir los ojos. La segunda, consiste en reiniciar mi día. Poder hacer todo de nuevo, llegar a la escuela y observar tus ojos, para llegar al paraíso. Que sonrías y mis manos suden, mientras las piernas no permitan mi estabilidad. Que mi corazón martillee a mil por hora amenazando con estallar.

Porque hoy veré el paraíso.
Y hoy, mi paraíso, eres tú.