...

12 views

Instantánea
Si, era cierto. Me encantaba capturar mis recuerdos en imágenes; el descenso de una gota en el momento adecuado y perfecto tatuado en un lienzo, o el movimiento de las aves antes de batir sus alas para emprender el vuelo enmarcado en blanco y negro.

Desde pequeño tuve una inquietante fascinación por la quietud y el silencio, nunca soporté los ruidos demasiado estruendosos. Sin embargo, aquella melodía la tenía clavada en mi mente, día y noche. No paraba de repetirla una y otra vez. Cada pulsación latía al mismo compás, de modo que parecían dirigidos por la misma orquesta. Y es que, ¿quién podría llegar a imaginarse que alguien como yo cayera rendido ante los pies de aquellos acordes, tan endiabladamente perfectos, que recorrían cada rincón de aquel inmueble, y erizaban cada uno de mis vellos?

¿Así acabaría mis días? ¿Ante la expectativa de una melodía? ¿Es que la vida no tenía nada más para ofrecerme? ¿Será que me vería atrapado de por vida en cada una de esas notas?

Sentía como acariciaba cada tecla, pues no solo se limitaba a reproducir una pieza creada hacía más de tres siglos, no. Aquello era un arte, una pasión, un deleite para mi oído. Cuando la escucho miles de fragmentos grabados en mi retina se reproducen por si solos, como una lista de reproducción previamente seleccionada por la mano del subconsciente, formando una cascada caleidoscópica de sensaciones.

¿Cómo podría un ser humano haber creado algo tan bello y majestuoso?

© Natalia Llinás 🦅 –2021.