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Pañuelo
Me senté frente a la máquina que absorbe mis pensamientos, me senté y comencé a liberar cada uno de los que tenía bombardeando mi cabeza, que recorrían mi cuerpo, que intranquilizan mi alma.

Comienzo con mis dedos a perpetuar cada uno de los impulsos nerviosos que emanan de mi ser. Verlos plasmados, poder darles sonido, darles volumen, darles realidad, observarlos, cuestionarlos, corregirlos, e incluso eliminarlos, sin embargo decido no hacerlo.

¿Para qué eliminar la percepción que mi consciente o inconsciente tiene sobre la realidad que me rodea?

Que tan menospreciado es el valor de mi propia estima que debo siquiera considerar en desterrar de mi propia historia, aquel pensamiento disyuntivo, errático e incluso primitivo.

Debo contemplarlo, estudiarlo y luego observar las circunstancias que llevaron a generar aquel pensamiento, que me ha atormentado durante este periodo. Digo esto, debido a que no somos conscientes del momento exacto en el que generamos un pensamiento, no comprendemos cuando esta ocurrencia alcanza su madurez.

Es tal así, que muchas veces incluso liberamos estas ocurrencias frente a gente que no parece estar lista o dispuesta a escucharlas. Y tienen toda la razón del mundo, pues no quieren, ni deben aceptar cada opinión.

Ahora donde cada una está plasmada en la hoja, en el pentagrama, en el lienzo, en el receptáculo que la vida y el destino eligió para que pudiesen existir.

Me siento.

Aunque ya estaba sentado, la mente recién descansa. Los pensamientos que rumiaban el espacio personal parecen desaparecer, los puedo observar, nombrar, dar incluso una personalidad.

Me enfrentaré a cada uno de ellos en algún momento de mi vida, algunos los abrazaré, y otros me derrumbaran.

Así funciona la mente, miro, escucho, toco, huelo y la razón absorbe cada impulso, cada sensación y la analiza, evalúa y genera una reacción en pos de cada uno de esos datos percibidos.

Una mente normal, sería capaz de aceptar los datos, y rápidamente generar la mejor respuesta posible. Pero para la gente con ansiedad no es así. Cada información se absorbe, se procesa, se genera una posible respuesta, y esta es enviada a repetir estos pasos. Y se repetirá tantas veces que incluso perderá el sentido, porque su cerebro es así, cables interconectados donde algunos incluso se anudan y no dejan que la comunicación sea tan rápida o eficaz.

¿Por qué escribo esto, se preguntará usted? Porque hemos aceptado muchos conceptos complejos, estrés, depresión, ansiedad, “burn out”. Pero no somos conscientes de cómo es el proceso fisiológico, psicológico, emocional y espiritual.

El ensimismamiento, el hecho de que pensemos que solo nuestro pensamiento es lo que rige la realidad, nos impide reflexionar sobre lo hermoso que es la complejidad del proceso de pensar.

Mira lo que piensas, leelo, escríbelo, dibújalo, cantalo, declararlo para ti. Luego, medita si es necesario expresarlo a otro.

¿Aportara, estorbara o molestara? ¿Lograre generar el efecto que busco si lo expreso de tal o cual forma?

Estas deberían ser las directrices que deberían regular a nuestra sociedad cada vez más reaccionaria.

O al menos, eso pienso al momento de escribir esto.
© Jota-i