EL ÚLTIMO SUEÑO (PARTE 2)
Cuando nos pusimos de acuerdo sobre lo de preparar la cena, tuvimos un debate interminable. Yo, por mi parte, quería preparar algo especial para ambos; sin embargo, ella se negó y me dijo que se haría cargo para agradecer el alojamiento. Estuve a nada de seguir debatiendo, pero… su tierna mirada me hizo sumiso y no pude contradecir su mandato. Solo me senté para observarla haciendo magia en la cocina.
De un momento a otro, la lluvia, por fin, se detuvo. —¿Miramos una película cuando esté la cena? —Le pregunté de forma traviesa—. Y cuando todo parecía marchar bien, la cosa mejoró cuando de su boca salió un: —¿Y después dormimos juntos? Sino, no acepto. ¿Cómo se le llama a eso que esparce mil partículas y una enorme presión en los alrededores? Exacto. “Explosión.” Definitivamente mi cerebro explotó en ese preciso momento y me quedé tan sin palabras que ni pude darle una respuesta específica. Solo pude sonreír y yo sé que ella entendió lo que significaba esa sonrisa. Cuando terminó de hacer la cena, me ofrecí a servir la comida, pero… no me lo permitió. Me dijo que ella lo haría y que mientras lo hacía, que fuera poniendo la película.
Me adelanté un poco y estaba tan indeciso sobre qué poner, hasta que recordé: “A ella le encantan estas caricaturas.” Y terminé poniendo un programa animado algo antiguo que una vez compartimos de manera simultánea en una aplicación.
Y ahí estábamos… cenando mientras veíamos aquel programa animado que nos provocaba risas infernales. En un determinado momento, noté algo y es que ella aún tenía puesto el pantalón mojado que trajo consigo cuando fui a recogerla a la estación. Me puse de pie y caminé hacia mi cuarto y tomé uno de mis shorts y le dije: —Póntelo. Con esto vas a dormir más cómoda. Y me dijo: —No. No te preocupes. Así estoy bien. —No te estoy preguntando, fíjate. —Le respondí sarcásticamente. Hasta que finalmente dijo: —Bueno. Ya voy pues. Ya pareces mi papá. Fue a vestirse a mi cuarto y cuando regresó… mi corazón se aceleró demasiado. Me puse demasiado nervioso. Ella me preguntó: —¿Me queda bien? Y yo, sin saber qué decir por la impresión, solo me levanté y fui directo a tomar agua. —¿Estás bien? —Me preguntó de forma preocupada. Y yo: —Sí. Estoy bien. —Estando cerca de colapsar y de sufrir un paro cardíaco—.
Retomamos la cena y cuando terminamos, nos cepillamos los dientes juntos y después volvimos al cuarto para seguir viendo el programa. Esta vez no estábamos en sillas, estábamos sentados en la cama. Yo, con toda la libertad del mundo me acosté y ella… 3 segundos después se recostó en mi pecho y me abrazó. Lo que ella no sabía era que yo estaba demasiado tenso y nervioso, pero no lo reflejaba. Aproveché el momento para acariciar su cabello y me dijo: —¿Nos dormimos ya? A lo que respondí: —No podemos aún. Recién terminamos de cenar. Y de forma indirecta le dije: —Pero podemos apagar las luces y prepararnos para dormir si gustas…
—Me parece bien. —Respondió de forma sonriente. Y le dije: —Pero no puedo dormir contigo en la misma cama. A lo que respondió: —¿Por qué no? Ese era el trato. Yo sabía con exactitud que sí, pero no dejaba de pensar en lo radiante que se veía y tenerla muy cerca era un peligro inminente que me haría perder por completo el control.
Y terminé cediendo. No me resistí y me acomodé con ella en esa misma cama. Nos preparamos para dormir, pero… por más que trataba de evitar tener contacto con ella, se terminaba pegando a mí.
Terminó pasando lo inimaginable.
De un momento a otro, la lluvia, por fin, se detuvo. —¿Miramos una película cuando esté la cena? —Le pregunté de forma traviesa—. Y cuando todo parecía marchar bien, la cosa mejoró cuando de su boca salió un: —¿Y después dormimos juntos? Sino, no acepto. ¿Cómo se le llama a eso que esparce mil partículas y una enorme presión en los alrededores? Exacto. “Explosión.” Definitivamente mi cerebro explotó en ese preciso momento y me quedé tan sin palabras que ni pude darle una respuesta específica. Solo pude sonreír y yo sé que ella entendió lo que significaba esa sonrisa. Cuando terminó de hacer la cena, me ofrecí a servir la comida, pero… no me lo permitió. Me dijo que ella lo haría y que mientras lo hacía, que fuera poniendo la película.
Me adelanté un poco y estaba tan indeciso sobre qué poner, hasta que recordé: “A ella le encantan estas caricaturas.” Y terminé poniendo un programa animado algo antiguo que una vez compartimos de manera simultánea en una aplicación.
Y ahí estábamos… cenando mientras veíamos aquel programa animado que nos provocaba risas infernales. En un determinado momento, noté algo y es que ella aún tenía puesto el pantalón mojado que trajo consigo cuando fui a recogerla a la estación. Me puse de pie y caminé hacia mi cuarto y tomé uno de mis shorts y le dije: —Póntelo. Con esto vas a dormir más cómoda. Y me dijo: —No. No te preocupes. Así estoy bien. —No te estoy preguntando, fíjate. —Le respondí sarcásticamente. Hasta que finalmente dijo: —Bueno. Ya voy pues. Ya pareces mi papá. Fue a vestirse a mi cuarto y cuando regresó… mi corazón se aceleró demasiado. Me puse demasiado nervioso. Ella me preguntó: —¿Me queda bien? Y yo, sin saber qué decir por la impresión, solo me levanté y fui directo a tomar agua. —¿Estás bien? —Me preguntó de forma preocupada. Y yo: —Sí. Estoy bien. —Estando cerca de colapsar y de sufrir un paro cardíaco—.
Retomamos la cena y cuando terminamos, nos cepillamos los dientes juntos y después volvimos al cuarto para seguir viendo el programa. Esta vez no estábamos en sillas, estábamos sentados en la cama. Yo, con toda la libertad del mundo me acosté y ella… 3 segundos después se recostó en mi pecho y me abrazó. Lo que ella no sabía era que yo estaba demasiado tenso y nervioso, pero no lo reflejaba. Aproveché el momento para acariciar su cabello y me dijo: —¿Nos dormimos ya? A lo que respondí: —No podemos aún. Recién terminamos de cenar. Y de forma indirecta le dije: —Pero podemos apagar las luces y prepararnos para dormir si gustas…
—Me parece bien. —Respondió de forma sonriente. Y le dije: —Pero no puedo dormir contigo en la misma cama. A lo que respondió: —¿Por qué no? Ese era el trato. Yo sabía con exactitud que sí, pero no dejaba de pensar en lo radiante que se veía y tenerla muy cerca era un peligro inminente que me haría perder por completo el control.
Y terminé cediendo. No me resistí y me acomodé con ella en esa misma cama. Nos preparamos para dormir, pero… por más que trataba de evitar tener contacto con ella, se terminaba pegando a mí.
Terminó pasando lo inimaginable.